viernes, 8 de junio de 2012

Amantes de mis cuentos: Era un pueblo apacible

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Foto por Marieta Alonso

Se levantó a las cinco de la mañana, e intentando no pensar se vistió, cerró con llave la puerta de su casa y se puso frente al volante de su 4 x 4. La radio le entretuvo por todo el camino. Poco a poco se fue acercando a su destino.
El pueblo visto de lejos parece que está bien, las casas a igual altura y de un mismo color, las chimeneas en funcionamiento. A medida que se acerca siente que el asfalto deja mucho que desear, ve los hogares que en realidad son chabolas y la vista se le nubla al oler el basurero municipal que cada vez se aproxima más a los arrabales. El centro, en cambio, ya es otra cosa. El olor a jazmín, a rosas, impregna el ambiente.  
Son las nueve de la mañana. El sol calienta su piel y aparece el sudor en la nuca. Se oye el ruido de autobuses, de voces que van y vienen, los tenderos que colocan los cuatro palos y la lona para que comience el mercadillo.
El estómago le avisa que está vacío. Apetece zumo de naranja, café con leche y la tostada de aceite. Decide que lo primero, lo importante, es desayunar. Ya tendrá tiempo de llevar a cabo el propósito de su viaje.
Entra en una cafetería de la plaza Mayor y se sienta en la terraza. Oye las conversaciones. Los viejos cuentan los problemas con sus hijos, la pensión que no les alcanza, el miedo a tener que ir a carenar a una Residencia. Las madres llaman a voces a los hijos para que se suban al autobús escolar, los jóvenes aprovechando todas las ocasiones para acariciarse.
Piensa que la plaza sería una maravilla si fuera peatonal. ¡Qué tontería! Todas las cosas tienen un lado bueno y otro malo. Si fuera peatonal él no hubiera podido aparcar a tiro de piedra como lo había hecho.
A medida que pasa el tiempo la muchedumbre se convierte en tumulto. Hay calles desiertas, en cambio, la plaza siempre está a rebosar.
Se levanta y va hacia su coche. Ha llegado el momento. Se sienta con total tranquilidad y aprieta el botón.
El estallido, los gritos, los escombros forman parte de un momento que ya no pueden oír, ni ver, muchos hombres, mujeres y niños, por culpa de esta persona que ha cambiado en un segundo la faz de este pueblo.



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Era un pueblo apacible por Marieta Alonso

2 comentarios:

  1. Uf, terriblemente fuerte!!!

    Me gusta mucho sobre todo porque no te imaginas "ese" final.

    Enhorabuena!!!

    Carmen Dorado

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    1. Nadie sabe lo bien que me sientan tus comentarios. Un beso. Marieta

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