miércoles, 30 de mayo de 2012

Alejandro Chanes Cardiel: La botella azul

Ayer, en la primera mitad del siglo XX, nació un niño que con el paso de los años se convertiría en el narrador de cuentos que conocemos hoy. Gracias, Alejandro, por escribir estos relatos que tanto nos gustan, gracias por tus comentarios tan acertados al escuchar las historias que los demás contamos. Gracias por colaborar en este blog.

LA BOTELLA AZUL

En uno de los anaqueles de la tienda de antigüedades, cerca de una ventana por donde entraba la claridad del día, se hallaba una botella cuyo color azul teñía la pared de enfrente cuando el sol traspasaba el cristal. Era muy estilizada,  y un tapón de vidrio blanco la cerraba con hermetismo.
La tienda estaba situada en el Marais, cerca de la calle Rosier, en el barrio judío de París. Su dueño había sobrepasado los setenta, una barba rala blanca cubría sus mejillas; en sus manos, las venas se marcaban con intensidad.
Con pasos lentos, se dirigió hasta la estantería donde estaba la botella y tras cogerla con cuidado, la acariciaba con sus largos dedos, una y otra vez.
Caída ya la tarde, el último rayo de sol, al incidir sobre el vidrio, tiñó la penumbra de la estancia de un color azulado. El hombre, desde un viejo sillón, contemplaba un cuadro en el que una mujer de enigmática belleza, al recibir la luz azul, dibujaba en su rostro una sonrisa. Un aire de misterio envolvía el ambiente ya en sombras. Fue entonces cuando la mano de la mujer, en la que brillaba un topacio, salió del cuadro y el anticuario, acercándose, posó sus labios sobre ella. Al levantar los ojos, sus miradas se engarzaron y un estremecimiento fue apoderándose de él, hasta caer en éxtasis y quedar arrebatado de su entorno.
La luz de la mañana recién estrenada, fue dando forma a todos los objetos que habían permanecido ocultos en la oscuridad de la noche. En el sillón, el anticuario, con la placidez en su rostro, y rodeado de un halo azul, parecía dormido. Cercanos a él, en el suelo, se veían los trozos de la botella y en una mesita próxima, refulgía un topacio.

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La botella azul por Alejandro Chanes

domingo, 27 de mayo de 2012

Anónimo: Para Pili

        
                             La escalera


Llegaba tarde a una cita importante. Intentaba abrirme paso lo más rápidamente posible entre la gente sin ojos que abarrotaba las calles. En el metro, los subterráneos no estaban más vacíos. Calculando tiempos mentalmente, me di cuenta de que dejándome bajar por las escaleras mecánicas llegaría demasiado tarde. En aquel momento reparé en una pequeña puerta, con un cartel que claramente señalaba “Escaleras a andenes”.
Sin pensármelo, me precipité a la estrecha escalera de caracol. Bajaba los peldaños trapezoidales cada vez más deprisa, agobiada por una sensación de ahogo que ya no estaba justificada por retrasarme en mis planes. Dando vueltas y más vueltas, el angosto espacio parecía oscurecerse cada vez más, si bien tan ligeramente que ni siquiera estaba segura de que la iluminación estuviera cambiando. También me parecía más sucia, más descuidada. Sin descansillos, me era imposible saber cuánto había descendido, pero creí que debía ser mucho más que la profundidad del andén. Seguí, sin embargo, bajando más despacio durante varios (demasiados) tensos minutos. Ninguna puerta. Ninguna indicación. Nada.
Me pareció obvio que había pasado la salida por alto, y me arrepentí de haber intentado tomar un atajo. De no ser por ello habría estado ya sentada en el tren. Me sorprendió que la escalera fuese tanto más profunda que los andenes. Subí más despacio, con la vista fija en las paredes, buscando una salida que no aparecía. Seguí vueltas arriba hasta que me pareció que debía haber superado ya mi punto de partida, pero sin pasar nunca frente a mi puerta de entrada.
Extrañamente nerviosa y respirando claustrofobia repetí el camino varias veces.
En un momento de claridad caí en la cuenta de que el túnel estaba limitado hacia arriba por el nivel de la calle. Si llegaba al punto más alto (que no debía estar lejos), podía bajar lentamente hasta encontrar el acceso por el que llegué y volver al vestíbulo de la estación por fin. Ya no me importaba más que escapar de aquella  escalera polvorienta. Me miré el reloj, sólo por curiosidad: se había parado justo después de la última vez que lo miré al entrar en la estación. “Mi día de suerte”, intenté sonreír pero ni siquiera pude contener la primera lágrima de impotencia. Subí sin descanso, escaleras arriba, arriba, arriba. Con el corazón latiéndome en los oídos, en las puntas de los dedos, en los labios secos. Horas. Vueltas y más vueltas. A veces corriendo, a veces arrastrando los pies, a veces llorando. Finalmente, exhausta, me senté y volví a mirar mecánicamente el reloj. Comprendí. Me despedí para siempre.


Escrito en el AVE el 5 de Febrero.

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La escalera por Colaborador: Anónimo

viernes, 25 de mayo de 2012

Ramón L. Fernández y Suárez: Sobre una alfombra de hierbas




Sobre una alfombra de hierbas
que la colina engalana
alternan almas y aves
en una clara mañana.

Hunden despacio sus picos
en la rocosa ensenada
los patos de plumas grises
y sorprendida mirada.

Negras nubes amenazan
la jornada de alegría
como pensamientos tristes
para frustrar un buen día.

El vino abunda en los corros
que rodean la bahía,
las risas de los romeros
dan cuerpo a la algarabía.

Aventúrase un osado
en esas aguas heladas
con juvenil desparpajo
que capta algunas miradas.

Y cuando el paso del tiempo
aminora el entusiasmo,
cediendo ante el viejo impulso
que nos conduce al orgasmo,
en busca de un fin hermoso
se dispersan los amantes
entre las rocas desnudas
y las gaviotas gigantes.

Blancas velas aún flotaban
sobre una mar opalina.
mientras la tarde caía
En la paz de Suomenlinna.




© Ramón L. Fernández y Suárez


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Sobre una alfombra de hierbas por Ramón L. Fernández y Suárez

miércoles, 23 de mayo de 2012

Bando literario






Se comunica a la Villa y Corte que el sábado día dos de junio de dos mil doce, en horario de mañana, firmaré en la Feria del Libro de Madrid, Parque de El Retiro, caseta nº 72 de la librería “Tres rosas amarillas”.
Si el tiempo lo permite y vosotros os dejáis caer por allí, recibiréis dedicatorias, besos, abrazos, saludos… a mansalva. El libro se titula “Futuro Imperfecto” y en él os esperan dos de mis cuentos.
No he tenido más remedio que publicar este bando a través de mi blog porque se ha roto el badajo de la campana y no he podido echarlas al vuelo.

Os espero

Marieta

martes, 22 de mayo de 2012

Marme: A través de la mirilla

Hola a todos los seguidores de este fantástico blog:
Marieta me ha ofrecido la oportunidad de publicar un cuento mío en su espacio, y por supuesto, he aceptado encantada. Estoy muy emocionada porque será mi primer cuento en salir a la luz. Muchas gracias por esta oportunidad.
Espero que os guste.




Me sobresaltó el timbre de la puerta y sin querer dejé caer la taza en la que estaba bebiendo el café. Antes de abrir, eché un vistazo por la redonda mirilla de latón. Entonces, le vi. Un intenso escalofrío, rápido como una corriente eléctrica, recorrió todo mi cuerpo. Mi pulso se aceleró y sentí una leve náusea revolver mi estómago.
Era él. No albergaba ninguna duda. Jamás podría olvidar esa mirada de hielo incrustada en su cara oronda y grisácea, ni las arrugas largas y profundas de su frente, ni su pelo negro y grasiento.
Volvió a tocar el timbre con insistencia. ¿Qué podía hacer?  Me sequé el sudor de mi frente. Estaba indecisa y tenía miedo. Pero, por otra parte, era una oportunidad que no podía desaprovechar. Yo le esperaba, aunque no tan pronto. No había tenido valor para decidir lo que haría cuando me lo encontrase, y ahora, ahí estaba, inmóvil sobre mi alfombrilla de Bienvenida.
Durante cinco largos años había temido este encuentro, no obstante no estaba preparada. No es que no hubiera soñado mil veces con su castigo o con mi venganza, simplemente no había llegado a concretar un plan. Sin embargo, mi rabia me  espoleaba para beneficiarme de la situación, para no dejarlo escapar. ¿Qué podía hacer? Repetía mi voz interior.
-          ¿Hola? ¿Hay alguien?, curioseó apoyando su oído contra la madera intentando averiguar si yo seguía allí.
Tal vez había escuchado mi respiración, o mis pasos al acercarme. La sangre galopaba por las venas de mis sienes y el aire no llegaba con facilidad a mis pulmones. Estaba aterrorizada mas no podía dejar que se marchase. Mis ojos tropezaron con el cuchillo de cocina que todavía no había guardado. No me había dado tiempo a recoger después de la comida y la cocina estaba atestada de platos sucios y cacerolas requemadas.
Volví a mirar. Se había dado la vuelta y se iba. De pronto cogí el cuchillo, abrí la puerta y en una secuencia de movimientos no pensados, se lo clavé en la espalda. Me vengaba por fin de su ultraje, de la humillación de mi hija, de nuestra vida rota, de todo el llanto derramado que una pequeña condena de cinco años no podía resarcir.
Se desplomó al suelo y una cascada de telegramas y certificados resbalaron de su cartera esparciéndose por el rellano. Se giró con dificultad mirándome con ojos de espanto y todavía sosteniendo, en una de sus manos, una carta certificada a mi nombre. Sólo en ese momento comprendí mi error, mientras él, inocente, se desangraba a mis pies.

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A través de la mirilla por Marme

lunes, 21 de mayo de 2012

Románico segoviano

Érase que era... un grupo de nueve personas estudiantes de la Universidad Complutense para Mayores que en la mañana del diecisiete de noviembre de dos mil once tomaron el tren en Madrid-Chamartín y se bajaron en la estación de Segovia-Guiomar. El interés general se centraba en las iglesias románicas de esta bonita ciudad, recorrer sus calles, degustar su gastronomía. Y gracias a Carmen Wirs, organizadora con un éxito aplastante, se hizo realidad este agradable paseo.

Segovia, orgullosa de ser Patrimonio de la Humanidad, está situada en una roca rodeada por dos ríos, Eresma y Clamores, al pie de la sierra de Guadarrama. La altitud de la provincia varía desde los setecientos cincuenta metros hasta los dos mil cuatrocientos treinta metros del pico de Peñalara. Su clima es continental, frío y seco. Sus primeros habitantes fueron los vacceos. Mucho más tarde Alfonso VI arrebató la ciudad a los musulmanes. En 1088 comenzó su repoblación por gallegos, montañeses y asturianos. La muralla llegó a tener en el siglo XII, tres kilómetros de perímetro, ochenta torres, cinco puertas y varios portillos. Hoy se conservan tres de esas puertas, la de San Cebrián, de gran austeridad, la de Santiago, de aspecto mudéjar y la de San Andrés, que daba acceso a la judería y cuatro portillos, el del consuelo, el de San Juan, el del Sol y el de la Luna.

De las seis cañadas reales, tres cruzan Segovia por lo que una de sus fuentes económicas es la lana, la otra es la resina. La trashumancia dejaba aquí el llamado oro blanco. Hay noventa varas de cañada real otras son llamadas senderos. En la actualidad las ovejas viajan en tren pero en Segovia es donde se reagrupan. El esquileo se hace en pueblos como El Espinar, El Escorial, Navalcarnero, Chinchón  que en su momento pertenecieron a Segovia.

Felipe II vino a Segovia para casarse con Ana de Austria. Las canteras de Santa María de Nieva brindan las piedras a casi todos los monumentos segovianos. Las tejas boca arriba, tan usadas en esta zona, dicen los mayores que es para que la nieve discurra y para que sirva como aislante del adobe.

Segovia tiene un censo de unos cincuenta y cinco mil habitantes. En el siglo XV tenía treinta y cinco mil. Lo que es crecer no ha crecido mucho. Su patrón es San Frutos y si se desea ver un importante románico erótico hay que desplazarse a Fuentidueña, lugar que se ubica en esta misma provincia.

La ciudad de Segovia en el siglo XIII estaba dividida en tres partes: En la zona sur vivían los judíos, en la norte los cristianos y en los arrabales, los musulmanes. 

A finales del siglo XVI, Segovia deja de ser rica, entre otras cosas porque la capital se queda en Madrid.

Se edificaron veintitrés iglesias románicas de las cuales quedan dieciocho. Los musulmanes fueron los alarifes (maestros de obra) de Segovia.

Desde la plaza del Azoguejo (al lado del acueducto) nos vamos hacia el Arrabal de San Millán para dar comienzo a una visita guiada:


 Iglesia de San Clemente.-
Sólo vemos el exterior. Siglos XII-XIII. Tiene las características propias del románico con los arcos de medio punto, sillería, arquivoltas labradas. Se diferencia del resto del románico por el segundo ábside que forma parte del atrio y recorre la fachada sur. El atrio servía de función social. Más tarde aparece el atrio en la fachada norte. La torre coincide con el cimborrio de la iglesia.
Cada iglesia acoge a grupos de personas determinadas. La guía habla aquí del barrio de las hilanderas.


 Iglesia de San Millán.-
Vemos exterior e interior. Siglos XI y XIII. Estructura de tres naves, pilares y columnas con iconografía en los capiteles. Cabecera con cuatro ábsides. Cimborrio con cúpula califal. La torre, mozárabe. Atrios en las fachadas norte y sur, con escenas bíblicas y motivos vegetales en capiteles. Hay una clara influencia aragonesa. Se construyó sobre los restos de un templo mozárabe. En el interior vemos las tallas de la Soledad al pie de la Cruz, reflejando en su rostro un profundo dolor, y el Santísimo Cristo en su Última Palabra, son de Aniceto Marinas, escultor segoviano, que también hizo el Cascorro de Madrid. La Virgen la vemos con el bordado típico del traje segoviano.

 Alfonso VII, hijo de la reina doña Urraca trajo a los alarifes de Jaca, por eso esta iglesia sigue el modelo de la catedral de Jaca. Se hizo sobre una mezquita y se aprovechó el minarete.

Unos alarifes modernos (albañiles) nos permiten, ya que está en obras, ver la Iglesia por dentro. Techos altos con artesonados de madera en la bóveda de cañón. La cabecera tenía un retablo que el Marqués de Lozoya mandó a quitar apareciendo lo que había detrás y que hoy podemos ver. Aunque en el románico no hay vidrieras aquí aparecen por ser un  románico tardío.   

Los herrajes de las puertas eran mejores o peores en función del número de fieles, tantos fieles, tantas donaciones. El tímpano tiene escenas de la Natividad. La fachada principal da al este, contraria al acueducto. Dios como juez, así aparece en el románico. La encontramos en la Ave. de Fernández Ladreda.

Estamos en la Morería de Segovia, también llamado barrio de las Brujas, en extramuros, los arrabales necesitan el río para su lana. Regresamos por la calle Fernández Ladreda en dirección de nuevo al


Acueducto.-
Es el símbolo distintivo de la ciudad, desde hace unos 2000 años, fecha arriba, fecha abajo ya que no se sabe la fecha exacta de su construcción. Es un río de piedra con una longitud de ochocientos dieciocho metros, ciento setenta arcos y su parte más alta mide veintinueve metros, desde aquí vuelve a ser subterráneo hasta el Alcázar. Tiene veintiún mil sillares en su totalidad. En los años setenta dejó de funcionar. La técnica constructiva es de contraposición de fuerzas, no lleva argamasa. Segovia está fuera del epicentro de los terremotos. El caudal del acueducto era para once mil personas pero la población de aquel entonces era de cien personas por lo que se cree que las legiones venían a acampar por esta zona. La Virgen de la Paz que aparece en el nicho es de época de los Reyes Católicos. En 1974 el Ayuntamiento se inventa la celebración de los dos mil años del acueducto y Roma envía como obsequio un monumento de la loba capitolina.

 Iglesia de los Santos Justo y Pastor.-
Es una Iglesia pequeña, levantada por los de cardar. Al entrar en ella oímos una dulzaina.  Se puede notar la influencia del gótico. Se construye cerca de la Iglesia de El Salvador, uno de las principales junto con la de San Miguel, por lo tanto es una rival fuerte. Se encuentra en el barrio rico, el de los pañeros. La pared es rugosa.
En los años cincuenta se cae la bóveda y el Marqués de Lozoya, la salva. También quita el retablo y aparece un conjunto de pinturas murales que decoran el interior de la cabecera. En el arco con escenas del génesis, la parte central con la almendra mística y Dios en Majestad con los tres dedos levantados que significan la Santísima Trinidad, también aparecen los símbolos de los cuatro evangelistas. En el lateral la última cena y el beso de Judas. La escuela de Maderuelo es importante en la provincia de Segovia.

San Alfonso Rodríguez es el de la sepultura, fue canónigo en 1888. Es el patrón de Mallorca.

El Santo Cristo de Gascones, es una imagen yacente del siglo XI, está articulado y según la tradición esta imagen la trajo una yegua desde la Gascuña francesa sobre los años 1100. Ubicada en la Plaza de San Justo.

Volvemos hacia el acueducto. Y tomamos la calle de San Juan. Vamos hacia el recinto alto, el barrio de los caballeros.


 Casa de las Cadenas.-
Siglos XIII-XV. Casa fuerte de los Condes de Chinchón y Marqueses de Moya. Carácter defensivo. Brindó cobijo a Isabel la Católica y defendía la puerta de San Juan que fue demolida en 1888. 







Casa de los marqueses de Lozoya.-
Siglos XIII-XV. Perteneció al Mayorazgo de los Cáceres. Portada románica. Situada en la Plaza Conde Cheste.






Palacio de los Quintanar.-
Siglo XV. Barrio de los Caballeros. En su fachada ventanas en planta baja y balcones en la primera. Escueta disposición de huecos.





Iglesia de San Juan de los Caballeros.-
Siglos XI-XIII. Estructura de tres naves con cabecera de tres ábsides. Atrios en la fachada sur y oeste. En ésta destaca la portada gótica. La Iglesia sirvió de panteón a los caballeros Fernán García y Díaz Sanz, fundadores de los nobles linajes de Segovia.

Comprada en el siglo XIX por la familia Zuloaga. Hay que diferenciar entre Ignacio Zuloaga que era el pintor y Daniel Zuloaga, su sobrino, que era ceramista. Éste adquirió esta Iglesia en 1905 para instalar en ella su taller y vivienda. Hoy es el Museo Zuloaga por estar cedida a la Junta de Castilla León. Entramos. El edificio ha sido adaptado a las necesidades de su dueño. La primera planta de una sola nave y a la que se le ponen añadidos se utiliza hoy en día para conciertos. Los capiteles son de temas mitológicos. Las sepulturas están a la derecha del altar para estar más cerca de Dios. Está situada en la Plaza de Colmenares. Salimos por la puerta que tiene de frente a la Escuela Universitaria de Magisterio. La portada con cinco arquivoltas. Segovia pertenece a la Universidad de Valladolid. Visitamos el jardín y podemos ver el agarve de la muralla. 

Lo que vamos viendo por el camino.

Iglesia y Convento de los Jesuitas.-
Finales del siglo XV. Sigue el modelo de la iglesia del Gesú de Roma. Las iglesias de Hispanoamérica también siguen este modelo. La fachada se construyó en granito de las canteras de Ciguiñuela. Tres cuerpos, sobresale el central.


Torreón de Lozoya.-
Siglo XIV-XVI. Casa fuerte reformada por Francisco de Eraso, secretario del Rey Felipe II. Situado en la Plaza de San Martín, nº 5. Altiva torre rectangular controneras y galería en lo alto.


Placa.-
Es la casa donde vivió María Zambrano. Dice: No cae la luz en Segovia, la ciudad toda se alza hasta ella...

En 1909 su familia se traslada a Segovia donde transcurre su adolescencia.





Casa de los Picos.-
Siglo XV. Perteneció a la familia de la Hoz, cuyo escudo se repite en la fachada. La decoración de puntas de diamante tiene sentido defensivo y ornamental. Hay tres casas así en el mundo: Ferrara (Italia), Segovia (España) y Lisboa (Portugal)



Plaza de Juan Bravo.-
Segovia tuvo una intervención destacada en la sublevación de las Comunidades, al mando de Juan Bravo. Las casas con solana servían para secar la lana.





Iglesia de San Martín.-
Torre siglo XIV de ladrillo, mudéjar. La Iglesia tiene la base de granito. Influencia francesa. También en Segovia se utiliza la piedra berroqueña. San Martín es el centro del barrio de los caballeros. 
El pórtico era donde los nobles, al principio, se enterraban luego cuando pasaron a enterrarse en el interior, el pórtico pasó a ejercer como atrio. Declarada como Monumento Nacional está ubicada en la calle Real-Plaza Juan Bravo.


Cárcel Real.-
Siglos XVII-XVIII. Cárcel pública hasta principios del siglo XX. Conserva en el zaguán la portada románica de la desaparecida ermita de San Medel de Bernuy de Porreros.






Plaza Mayor.-
Estamos en la parte alta. A la derecha la Iglesia de San Miguel, a la izquierda la Catedral.
En San Miguel se coronó Reina, Isabel la Católica en 1474.



Iglesia de San Esteban.-
Es la torre más elegante, la más esbelta. Mide cincuenta y cinco metros. Llama la atención que uno de los arcos sea apuntado, de finales del siglo XII y luego sean de medio punto. La comparan con el románico de Borgoña. La veleta, un gallo, se debe a un matrimonio francés que se perdió haciendo el Camino de Santiago. En el interior, que no lo vemos, hay un Cristo románico parecido al Cristo de la Vega en Toledo. Declarada Monumento Nacional está en la Plaza de San Esteban.


Iglesia de la Trinidad.-
Siglos XII y XIII. Es uno de los templos mejor conservados. La guía nos dice que merece la pena verla por dentro. Torre sobre el crucero. Atrio en fachada sur. En otra oportunidad. No coincidimos en el horario.

Calle de los Desamparados.-
En una pensión de esta calle vivió Antonio Machado desde 1919 a 1931. Muy cerca de la Catedral y a pocos metros de la Iglesia de San Esteban.

Convento de las Descalzas o de San José.-
Desde el mirador vemos este Convento fundado por Santa Teresa de Jesús el día 19 de marzo de 1574. La casa de la Moneda acaba de restaurar  el Convento.

Iglesia de la Vera Cruz.-
La vemos de lejos. Siglo XIII. Se atribuye su construcción a la Orden de los Caballeros del Santo Sepulcro. Pertenece en la actualidad a la Orden de Malta. Carretera de Zamarramala.



Monasterio de Santa María del Parral.-
Desde el mirador. Siglo XV. Fundado por Enrique IV. Actual Casa Madre de la Orden Jerónima. Lo visitaremos en otra ocasión.

Barrio de las Canonjías.-
Tras un arco entramos en el Barrio de las Canonjías. El arco es la puerta de la Claustra. Este barrio fue el que hizo posible que Segovia sea hoy Patrimonio de la Humanidad. Las casas son de tipo piramidal con fachadas esgrafiadas. Antiguo barrio en el que vivían los Canónigos de la Catedral. Plaza de la Merced, nº 9


Iglesia de San Andrés.-
Siglo XII. Cabecera con dos ábsides. Torre de ladrillo, mudéjar, rematada por chapitel de pizarra. Nos recomienda verla por dentro, por su retablo, tallas y pinturas. Situada en la Plaza de la Merced. Marca el comienzo de las Canonjías, cerca de la Catedral.






Y hasta aquí la visita. Queda mucho por ver y por aprender pero un día no da para más. Los errores que se puedan encontrar, lo exiguo en la descripción de los monumentos, las omisiones, son responsabilidad de quien lo ha escrito. Pido disculpas por ello. Marieta

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Fotos en El gozo de viajar: Románico segoviano por Ángeles Alonso

sábado, 19 de mayo de 2012

Emilio Castelar: Libertad religiosa

Cádiz, España 1831-San Pedro del Pinatar, España 1899

Fragmento del discurso pronunciado por Don Emilio Castelar en el Parlamento durante la I República (12 de abril/ 5 de mayo de 1869).





A tío Bruno, por su bondad




... Grande es Dios en el Sinaí; el trueno le precede, el rayo le acompaña, la luz le envuelve, la tierra tiembla, los montes se desgajan; pero hay un Dios más grande, más grande todavía, que no es el majestuoso Dios del Sinaí, sino el humilde Dios del Calvario, clavado en una cruz, herido, yerto, coronado de espinas, con la hiel en los labios, y sin embargo, diciendo: "¡Padre mío, perdónalos, perdona a mis verdugos, perdona a mis perseguidores, porque no saben lo que se hacen!" Grande es la religión del poder, pero es más grande la religión del amor; grande es la religión de la justicia implacable, pero es más grande la religión del perdón misericordioso; y yo, en nombre de esta religión; yo, en nombre del Evangelio, vengo aquí a pediros que escribáis al frente de vuestro Código fundamental la libertad religiosa, es decir, libertad, fraternidad, igualdad, entre todos los hombres. 



José Ángel Buesa: Poema del renunciamiento

José Ángel Buesa
(Cienfuegos, Cuba, 1910 - Sto. Domingo, Rpca. Dominicana, 1982) 


Pasarás por mi vida sin saber que pasaste.
Pasarás en silencio por mi amor y al pasar,
fingiré una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte... y jamás lo sabrás.

Soñaré con el nácar virginal de tu frente;
soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar;
soñaré con tus labios desesperadamente;
soñaré con tus besos... y jamás lo sabrás.

Quizá pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca... y jamás lo sabrás.

Yo te amaré en silencio, como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás.

Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
-el tormento infinito que te debo ocultar-
yo te diré sonriente: "No es nada... ha sido el viento".
Me enjugaré la lágrima... ¡y jamás lo sabrás!