viernes, 29 de junio de 2012

San Juan de la Cruz: Canciones del alma

San Juan de la Cruz
(Fontiveros, España, 1542 - Úbeda, España, 1591)




En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada,

a oscuras y segura
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en sitio donde nadie aparecía.

¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la amena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano sereno
y en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

¡Oh cautiverio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
matando muerte en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamento solo moras
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!

miércoles, 27 de junio de 2012

Mª Pilar Álvarez Novalvos: Ocaso

OCASO

A Hemi Golden Graham,
porque ella sabe 
que siempre sale el sol.



  Lo miró por encima del periódico. Algo demacrado, pero hermoso, con esa elegancia de los dioses derrotados. El pelo revuelto enmarcando unos ojos y unos labios siempre deseables. Estaba untando una tostada caliente.

   -  ¿No vas a tomarte el zumo? Te lo acabo de preparar.
   -  Tengo acidez.
   Cuando llegó eran más de las cuatro de la mañana, se metió en la cama, olía a whisky. No le preguntó de dónde venía. Intentó acariciarlo, pero le retiró la mano. Metió los dedos entre su pelo antes de que se diera la vuelta. Luego, la compañía de sus ronquidos.

       -  ¿Quieres otra cosa? ¿Te traigo…?
       -  No, déjalo. Se me pasará. 
   Concentrado, bebía el café a pequeños sorbos y hundía la rebanada para sacarla empapada y oscura. Él seguía observándolo y se encendió un cigarrillo.

    -  Te recuerdo que esta noche tenemos la cena con los Bauer, ¿crees que te apetecerá o los llamo con alguna excusa?
     No dijo nada. Salió al jardín y se estiró bajo un sol insultante.
     Lo siguió. Se había echado en una tumbona y se acariciaba el pecho en círculos, los ojos cerrados frente a los destellos de la piscina.

      -  Derek.
      -  Por favor…, no empieces, me duele la cabeza.
      -  ¿Entonces?
   Esperaba una respuesta, incluso una provocación, pero en su lugar le llegó el canto anodino de un pájaro. 

   - No fuiste a la entrevista con el dueño de la nueva sala Reinhardt. Ni siquiera llamaste para anularla. ¿Sabes en qué lugar quedo yo?
   De pie, con los brazos en la cintura, sintió que el cansancio le hundía hasta las rodillas. 
   Derek se levantó, se bajó el slip, se deshizo de él pisándolo con un pie y luego con el otro, y se arrojó al agua que estrelló sus ondas frías contra las paredes.

   Entonces, él también se zambulló en un desgastado remolino de imágenes... Derek haciéndole salir desnudo a buscar el correo, o besándolo en la trastienda el día que le organizó su primera exposición, o su mirada tímida de estudiante en la útima fila... 
    Subió al dormitorio. Sacó una maleta y abrió varios cajones a la vez. Luego bajó las escaleras con ella, salió al jardín, la colocó sobre las losas húmedas, a los pies de la hamaca, y entró para acabar su café.

martes, 26 de junio de 2012

Rudyard Kipling: Sí

Rudyard Kipling
(Bombay, India 1865-Londres, Reino Unido 1936) 





Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila,
cuando todo a tu lado es cabeza perdida.

Si tienes en ti mismo una fe que te niegan,
y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan.

Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera;
si engañado, no engañas, si no buscas más odio,
que el odio que te tengan...

Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres;
si al hablar no exageras lo que sabes y quieres.

Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo;
si piensas y rechazas lo que piensas en vano.

Si llega al triunfo, si llega tu derrota,
y a los dos impostores les tratas de igual forma.

Si logras que se sepa la verdad que has hablado,
a pesar del sofisma del orbe encanallado.

Si vuelves al comienzo de la obra perdida,
aunque esta obra sea la de toda tu vida.

Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría
tus ganancias de siempre a la suerte de un día;
y pierdes y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era.

Si hablas con el pueblo y guardas tu virtud.

Si marchas junto a Reyes con tu paso y tu luz.

Si nadie que te hiera, llega a hacerte la herida.

Si todos te reclaman y ni uno te precisa.

Si llenas el minuto inolvidable y cierto,
de sesenta segundos que te lleven al cielo...

Todo lo de esta tierra será de tu dominio
y mucho más: entonces serás Hombre, hijo mío.

jueves, 21 de junio de 2012

Mario Benedetti: Hagamos un trato

Mario Benedetti
 (Paso de los Toros, Tacuarembó, Uruguay, 1920 - Montevideo, Uruguay, 2009)



Compañera
usted sabe que puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo.

Si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar conmigo.

Si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo.

Pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted.

Es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.


martes, 12 de junio de 2012

Amantes de mis cuentos: Un saco de yute

Licencia Creative Commons
Foto por Marieta Alonso
María vivía con Euquerio, su marido, en una finca de la costa. La cigüeña nunca apareció por su casa. Tenía una hermana en un pueblo cercano, a la que iban a visitar todos los domingos, y le llevaban en un saco varios productos de su huerta. A Gloria nunca le faltaron papas,  cebollas, malangas, frutas…
Un mañana enfermó María y tras un largo sufrimiento murió. Fue enterrada en la costa. Gloria la cuidó todo el tiempo y regresó a su pueblo cuando ya no quedó nada por hacer. 
Euquerio siguió con la costumbre de visitar semanalmente a su cuñada. Ella era muy conversadora, él de pocas palabras.
Gloria le decía de vez en cuando:
-Tenemos que averiguar qué hay que hacer para traer a María al cementerio de aquí. Quiero que esté enterrada junto a nuestros padres.
Euquerio decía:
-Bueno.
En otra ocasión le comentaba:
-Mi vecina me ha dicho que cuesta bastante hacer el traslado.
-Sí, eso dicen -contestaba él.
-Me da dolor de corazón pensar que María esté allí tan sola -pensaba en voz alta Gloria.
Euquerio asentía.
Más de una vez dijo:
-En la primera oportunidad vamos a Sanidad y preguntamos los trámites que hay que hacer.
Él, en voz baja, decía:
-Cuando quieras.
Así pasaron unos diez años. Ni una sola semana Euquerio dejó de visitar a su cuñada y, como siempre, venía cargado con su saco y hablaban de trasladar a María. Solo se tenían el uno al otro.
Un día llegó y, después de charlar un rato, Gloria preguntó:
-¿Qué me traes hoy?
Y Euquerio, señalando el saco, contestó:
-A María.



Licencia Creative Commons
Un saco de yute por Marieta Alonso

viernes, 8 de junio de 2012

Amantes de mis cuentos: Era un pueblo apacible

Licencia Creative Commons
Foto por Marieta Alonso

Se levantó a las cinco de la mañana, e intentando no pensar se vistió, cerró con llave la puerta de su casa y se puso frente al volante de su 4 x 4. La radio le entretuvo por todo el camino. Poco a poco se fue acercando a su destino.
El pueblo visto de lejos parece que está bien, las casas a igual altura y de un mismo color, las chimeneas en funcionamiento. A medida que se acerca siente que el asfalto deja mucho que desear, ve los hogares que en realidad son chabolas y la vista se le nubla al oler el basurero municipal que cada vez se aproxima más a los arrabales. El centro, en cambio, ya es otra cosa. El olor a jazmín, a rosas, impregna el ambiente.  
Son las nueve de la mañana. El sol calienta su piel y aparece el sudor en la nuca. Se oye el ruido de autobuses, de voces que van y vienen, los tenderos que colocan los cuatro palos y la lona para que comience el mercadillo.
El estómago le avisa que está vacío. Apetece zumo de naranja, café con leche y la tostada de aceite. Decide que lo primero, lo importante, es desayunar. Ya tendrá tiempo de llevar a cabo el propósito de su viaje.
Entra en una cafetería de la plaza Mayor y se sienta en la terraza. Oye las conversaciones. Los viejos cuentan los problemas con sus hijos, la pensión que no les alcanza, el miedo a tener que ir a carenar a una Residencia. Las madres llaman a voces a los hijos para que se suban al autobús escolar, los jóvenes aprovechando todas las ocasiones para acariciarse.
Piensa que la plaza sería una maravilla si fuera peatonal. ¡Qué tontería! Todas las cosas tienen un lado bueno y otro malo. Si fuera peatonal él no hubiera podido aparcar a tiro de piedra como lo había hecho.
A medida que pasa el tiempo la muchedumbre se convierte en tumulto. Hay calles desiertas, en cambio, la plaza siempre está a rebosar.
Se levanta y va hacia su coche. Ha llegado el momento. Se sienta con total tranquilidad y aprieta el botón.
El estallido, los gritos, los escombros forman parte de un momento que ya no pueden oír, ni ver, muchos hombres, mujeres y niños, por culpa de esta persona que ha cambiado en un segundo la faz de este pueblo.



Licencia Creative Commons
Era un pueblo apacible por Marieta Alonso

miércoles, 6 de junio de 2012

Eloise Liyu: La llave



La llave


“L” de luciérnaga, esas criaturas diminutas que se esconden en los bosques. Otra “L” de largometraje, utilizando esa palabra antigua que hace que aparezcan imágenes entrecortadas en el cerebro en blanco y negro. O lo que es lo mismo la “LL”, que sinceramente, no se cómo desapareció del abecedario.
Luego llega la “A”, mi vida está llena de ellas, grandes, pequeñas, irrisorias, superfluas, encandiladoras, ausentes, dañinas, rocambolescas… Seguida de la “V”; la  de volar, de viento, de vicio, de verdad, de vértigo, de verano, de volver… Y finalmente la “E” la eterna desconocida. No suele venir mucho a visitarme, ni se ha sentado nunca a darme cháchara. La verdad es que es bonita pero de esas que todavía no se ha hecho un hueco en mi vida.
Y todas ellas, seguidas, juntas, apretujadas unas a otras, hacen que alguien esté preso o sea libre, tenga casa o viva en la calle, tenga una posibilidad en su vida o ande sin rumbo, piense en su futuro y vea una luz.
 Así que…La guardaremos bien.







Licencia Creative Commons
La llave por Eloise Liyu
Fue publicado en “Yo no leo”, editado por Rumorvisual


martes, 5 de junio de 2012

Ramón L. Fernández y Suárez: SIT TIBI TERRA LEVIS *





“Sea para ti la tierra leve.”
  Es mi deseo, padre mío,
  por ese amor tenaz,
  profundo y necesario
  que hoy se despide
  junto al abismo solitario,
  tumba virtual,
  que nunca osario.

Que te sea leve la tierra
 y se fundan tus esencias
 con raíces ancestrales.
 Nueva inspiración
 engendre tu presencia
 en enclaves siderales.

Que la tierra no sepulte
tu energía silenciosa
y brotando nuevamente,
madure en frutos tu simiente
de ternura laboriosa.



*Inscripción en el Ara Funeraria de EMILIO FLAVIO (veterano de 55 años) dedicada al difunto por su hijo Saturnino. S I d .C. Yacimiento arqueológico de Quijorna. Pieza en el Museo Arqueológico de la Comunidad de Madrid. Alcalá de Henares.


© Ramón L. Fernández y Suárez


Licencia Creative Commons
Sit tibi terra levis por Ramón L. Fernández y Suárez

lunes, 4 de junio de 2012

Amantes de mis cuentos: El loco




Un hombre culto, con gran facilidad de palabra, con buen porte, tuvo la mala suerte de perder la cabeza. El médico de su pueblo diagnosticó la enfermedad y recomendó su ingreso en «Mazorra» un centro psiquiátrico de La Habana.

El hombre no tenía familia pero sí buenos amigos que junto con el médico le explicaron la conveniencia del tratamiento, que el taxista del pueblo le llevaría al Hospital ya que al ser día laborable ellos no podían acompañarle y le entregaron todos los papeles para su ingreso. Él los escuchó, guardó los papeles y estuvo de acuerdo en todo.

-Una persona enferma necesita curarse -dijo la mar de convencido.

Los amigos estaban encantados por lo fácil que había sido que entrara en razón e hicieron las gestiones médicas y económicas necesarias. Y una mañana, el hombre se puso su mejor traje, su mejor reloj, su mejor colonia y con todos sus papeles en un maletín de ejecutivo le dio dos palmaditas en el hombro al chofer y subió al taxi.

Al día siguiente el desequilibrado se presentó ante sus amigos. Estos atónitos le preguntaron qué hacía allí. Él les explicó que tal como ellos le pidieron había dejado al taxista ingresado en el Psiquiátrico.

-El hombre como buen loco le achacaba a él, nada menos que a él, el padecimiento de su enfermedad -les contaba indignado.
Médico y amigos con las manos en la cabeza y los ojos en blanco no daban crédito. Costó Dios y ayuda poder demostrar que el cuerdo estaba dentro y el loco fuera.


© Marieta Alonso Más

Licencia Creative Commons
El loco por Marieta Alonso

domingo, 3 de junio de 2012

Feria del Libro de Madrid




Gracias
Gracias
Gracias


La alegría me invade, estoy más contenta que unas castañuelas y es porque os tenía a vosotros allí... arropándome y pululando por los alrededores de la caseta 72, en el Paseo de Coches de los jardines del Buen Retiro. Nunca olvidaré esta 71ª edición. Mil veces


Gracias

Fotos testimoniales: