miércoles, 1 de mayo de 2013

Amantes de mis cuentos: Un ladrón en casa


Beatriz se despertó sin saber por qué. Giró la cabeza hacia la puerta de su dormitorio y vio una sombra. La puerta entornada se fue abriendo y preguntó:


¿Quién eres?

No hubo respuesta. La mano derecha de la sombra tenía un objeto. Un grito sonó en la noche.

Se encendió la luz del dormitorio. Beatriz se encontró dando vueltas sobre sí misma y parándose ante el ladrón, exclamó:


¡Qué haces aquí! ¡Estoy harta de problemas!

El ladrón con un pasamontañas donde sobresalían unos ojos verdes, portaba un cuchillo de matar cerdos y una linterna pequeña. Le repetía sin cesar:


¡No quiero hacerte daño!

Ella siguió dando vueltas repitiendo la cantinela hasta que el ladrón le puso la punta del cuchillo en el cuello:


¿Qué problema tienes?

Tengo cáncer y ahora hay un ladrón en casa.

Pues yo tengo Sida.

Vale. ¿Y qué es lo que quieres?

Dinero.

Treinta euros en toda la casa. El ladrón lo contó y no se quedó conforme.


‒¡Venga, saca el oro, las tarjetas, el ordenador!

Beatriz se sentó en el borde de la cama e invitó al ladrón a sentarse al tiempo que le decía:


¿Por qué no te marchas? Te has equivocado de casa. Aquí no hay nada.

Ya, pero yo no lo sabía dijo con pena el ladrón.

Anda. Márchate. No te busques problemas ni me los des a mí.

Vale. Me voy, pero no llames a la policía porque regreso. 

El ladrón esperó a que Beatriz se acostara, la arropó y le apagó la luz. Sus pisadas marcaron el camino de salida. De pronto se le oyó decir:


No te importa que coja una bebida.

No. Toma lo que quieras.

¡Hasta mañana!  

¡Hasta mañana!  

Y el olor a sudor rancio que destilaba el ladrón se fue atenuando.




© Marieta Alonso Más

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