sábado, 27 de julio de 2013

Ramón L. Fernández y Suárez: En Portals Vells, Mallorca



EN PORTALS VELLS, Mallorca.



Barbarroja estuvo aquí
una mañana de sol
para enterrar en la arena
las riquezas obtenidas
con sus armas sarracenas.
Hoy los piratas costeros,
rasurados y elegantes,
amasan pingües tesoros
urbanizando esa arena.



© Ramón L. Fernández y Suárez

  Licencia Creative Commons
en Portals Vells, Mallorca por Ramón L. Fernández y Suárez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.                                                                                      

miércoles, 24 de julio de 2013

Brújulas y Espirales: Mª Pilar Álvarez Novalbos

Brújulas y Espirales el Blog de Francisco Martínez Bouzas

lunes, 13 de mayo de 2013


LA VIDA Y SUS MIL Y UNA CARAS



La Muerte Es Otra Cosa

María del Pilar Álvarez Novalvos

Opera Prima, Madrid, 2013, 171 páginas.





María del Pilar Álvarez Novalvos es una escritora vocacional. Desde aquella noche de febrero en que sus ojos vieron la luz, sabía, como ella mismo reconoce, que sus células “habían venido al mundo para imaginar otros”. Y cuando uno imagina mundos, suele sentir el arrebato de plasmarlos en el exterior de la propia conciencia como materia estética. En su caso, con la pluma, dados sus estudios y profesión de filóloga. Autora de relatos publicados en antologías colectivas, revistas literarias y páginas webs, esa barrera, frecuentemente impenetrable, del mundo de la edición no le había ofrecido demasiadas oportunidades para publicar en solitario.

Pero finalmente, y nunca mejor dicho, la voluntad de poder de María del Pilar Álvarez Novalvos venció obstáculos y estos días, con humildad y al mismo tiempo con gran riqueza y agudeza literaria, nos brinda su primer libro en solitario: La Muerte Es Otra Cosa, un gozoso océano de relatos -microrrelatos en su mayoría-con los que su palabra sabia, lozana y preñada de imaginación, sale al encuentro de los lectores.

La autora articula esta su opera prima en solitario, setenta relatos y/o microrrelatos de recompensa inmediata, en nueve secciones, que bajo distintos rótulos y con dispares disfraces, giran todos ellos en torno a la vida y sus mil caminos, huellas, vicios, pecados capitales, inverosímiles milagros, cefalópodos predilectos y su llanto invertebrado, dolores y desalmadas afrentas, deseos y silencios que preceden a la desgracia, los escalofríos que duran tres infiernos, las aleatorias fatalidades existenciales, sus fugaces o permanentes paranoias y mil avatares más con sus cotidianidades, contradicciones o fulgores, convertidos en materia diegética. Y finalmente, ese final del río de la existencia: la muerte y la premuerte. La muerte amada y la muerte envidiosa de los grandes amantes. Sí, esa muerte sometida también ella a la rueda del tiempo (“bucle del tiempo”, escribe la autora) que le hace generar vida.

Con humor y fina ironía muchas veces, o con disimulada o indisimulada rabia otras, la escritora teje estos cuentos entrelazando el relato hiperbreve con otros de mayor densidad y amplitud. Todos ellos, sin embargo, de premio inmediato. La condensación o la frase genial que nos sorprende no son frutos de ese albur, de ese momento de talento que puede tener incluso un mal escritor.

En una valoración de conjunto de esta narrativa breve de María del Pilar Álvares Novalvos, yo diría que la autora nos acerca a la vida, a su rica y proteica variedad, interpretadas desde la mirada irónica, a veces risueña y compasiva y gobernada en su plasmación escrita por las exigentes leyes de la ficción breve: argumentos definidos o implícitos que el lector completará sin dificultad; relatos muy narrativos, incluso aquellos en los que la condensación es máxima. Prosas preñadas pues de carga diegética, de mundos ficticios o reales que constituyen la historia narrada. En su mayoría se yerguen sobre estructuras proteicas y participan, por consiguiente, de una gama de géneros o subgéneros (la poesía, el cuento tradicional, la fábula, materiales seguramente biográficos…). Aquellos, en los que la concentración es máxima, son bellos como teoremas, sorprendentes, mortíferos, con finales fulminantes y una última frase cortada como un diamante, exacta, helada. La elisión en estado puro.

La hechura lingüística, en aquellos en los que no condensan su estructura narrativa, nos revela una prosa grácil, tendente con frecuencia al barroquismo. Prosa torrencial que se recrea en la búsqueda de la palabra exacta o en sutiles matizaciones. Prosas densas que se suturan a veces con otro tipo de escrituras más sensuales, lúbricas, capaces de seducirnos y que, sin embargo, no disfrazan el momento epifánico de la historia. En conclusión, una gran hondura y calidad de texto para un afortunado debut.



Francisco Martínez Bouzas







María del Pilar Álvarez Novalvos



Fragmentos



Cambio de imagen



“-Por favor, sea breve -dijo-, y corte lo máximo posible.

-No se preocupe -respondió el peluquero.

El cliente cerró los ojos.

Cuando los abrió, su imagen ya no estaba en el espejo.”



…..



Lluvia



“Llueve. Las gotas recorren el callejón como lanzas y se vuelven torrente, olas sin espuma y sin vaivén. Desde la oscuridad, una farola rota vigila los pasos de los que llegan huyendo de la luz. No hay más testigos que la piedra y el viento, que aúlla sin cesar. El agua lame los peldaños y murmura palabras como gritos débiles de mujer.

A contraluz, dos siluetas son engullidas por aquel pozo. La de menor estatura llora confusa porque aquella tarde parecía como todas. La sombra más alta no habla, la empuja hasta el fondo y la sujeta contra el poste. Ella pregunta porqué me has traído hasta aquí, teníamos que ir directamente a casa…De un tirón, el gigante le arranca la mochila y arroja el paraguas a aquel mar que no refleja. Qué vas a hacer, dice al sentir que una mano le levanta la falda mientras la otra se desbrocha el cinturón. Déjame y te prometo que no diré nada…,intenta de nuevo. Pero una lengua le oprime los labios y dos manos amasan sus pechos. Golpea y golpea contra el muro de carne. Unos pantalones se desploman y ella reprime un grito cuando algo caliente la rasga…Se olvida de dónde está. De quién es. De quién es él.

Ha dejado de llover. La noche es más oscura.

Recoge el paraguas, la mochila, el dolor y deja allí su memoria, bajo la farola rota. Y se prohíbe para siempre recordar que antes de que se marchara preguntó a aquella sombra y cuando llegue a casa qué voy a decirle a mamá.”



…..



Regalo





“-¿Ya has terminado?

-Sí. Debo acabar este libro para el lunes, tengo examen.

-No has limpiado el mueble del comedor; todavía hay polvo.

-Javi puede terminarlo. Tiene dos manos.

-¡Venga, mujer!, que él hoy ha jugado partido y está cansado…

-¿Sabes que voy a pediros para mi cumpleaños?

-¿…?

- Un pene.”



…..



Lógica negra





“-Merezco clemencia… -se defendió el Diablo.

Dios soltó una carcajada:

-¿Por qué?

-Porque tu Luz no existiría sin mis Tinieblas”



(María del Pilar Álvarez Novalvos, La Muerte Es Otra Cosa, páginas 27, 29-30, 69, 88)

lunes, 22 de julio de 2013

¿Habla usted cubano? Mi segunda entrevista




Ir a este enlace y podréis leer mi segunda entrevista:

http://lareirapop.weebly.com/7/post/2013/07/nos-gusta1.html

Espero que os guste tanto como a mí. 

Paseos por Madrid: Iglesia de San Pedro el Viejo

Iglesia San Pedro el Viejo
Madrid


Considerada Bien de Interés Cultural desde 1979. Se halla situada en una rinconada entre las calles del Nuncio y la Costanilla de San Pedro.

Es la tercera entre las diez de las parroquias existentes en Madrid en los comienzos del siglo XIII, ya que se cita en el Fuero de 1202. Aunque se cree que la iglesia que cita el Fuero es otra anterior.

Al parecer la parroquia fue reconstruida por el rey Alfonso XI para conmemorar la toma de Algeciras en el año 1345. A principios del siglo XVII, reinando Felipe III, el templo gozaba del título de “real”, por eso inicialmente se llamaba San Pedro el Real, pero perdió esta denominación en 1891, cuando dejó de ser parroquia a favor de la Iglesia de la Paloma. En su fachada norte y sur se puede apreciar unos pequeños escudos reales.

Una de las primeras misiones de la parroquia fue velar por la distribución de sus aguas, que se vertían por los barrancos de la calle Segovia.

La parte más antigua conservada es la torre del siglo XIV, coincidiendo con la reconstrucción de Alfonso XI. Sin lugar a dudas su elemento arquitectónico más destacado. Es un campanario mudéjar del foco toledano, siendo muy esbelta y con fábrica íntegra de ladrillo. Su ornamentación es muy sencilla, con aspilleras inscritas en arquitos ciegos de herradura abarcados a su vez por el clásico arrabá (adorno rectangular que suele circunscribir el arco de las puertas y ventanas de estilo árabe). Estas ventanitas una por cada cara, se disponen a diferente altura, con objeto de ir procurando luz interior según se asciende. Dos impostas con friso intermedio liso dan paso al piso de campanas, que se reparte en dos ventanales de medio punto, por cada cara, de tradición románica levemente abocinados que se decoran finalmente por una línea de cuñas de ladrillo. El tejado, aunque rehecho, puede seguir la disposición primitiva, pero en el Plano de Texeira aparece rematada por un chapitel de la época de los Austrias.

La torre es origen de leyendas. Se dice que cuando llevaron las campanas para su instalación se comprobó que no cabían por las escaleras de acceso a la torre. Se probó varias veces y nada. Como se hacía de noche se dejó para el día siguiente. Al llegar los obreros temprano en la mañana se encontraron colocadas las campanas en el campanario, sin que se pudiera averiguar quién las había subido hasta allí.

La parroquia fue sede de dos antiguas hermandades. La hoy extinguida cofradía del Cristo de las Lluvias, que según la leyenda con el repicar de las campanas conseguía atraer la ansiada lluvia o alejaba las tormentas. Madrid, aunque nos cuesta creerlo fue un pueblo eminentemente labriego, así que para los campesinos alejar aquellas nubes cargadas de pedriscos era tan necesario, que pedían que sonaran las campanas a cambio de algunos dineros, cuando se aproximaban las nubes. El campanero con ese sobresueldo se permitió adquirir unas tierras al otro lado del río Manzanares. La otra hermandad era la congregación de sacerdotes naturales de Madrid. Éstos a finales del siglo XIX construyeron casa, hospital y templo en el tramo nuevo de la calle San Bernardo.

Otra leyenda sobre las campanas nos dice que a veces tocaban sin que nadie manejara sus gruesas cuerdas. Así ocurrió cuando Felipe II murió en El Escorial; cuando el futuro Carlos I de Inglaterra abandonó la Corte sin haber conseguido la mano de la infanta María y se fue a su tierra, donde le aguardaba el cadalso; cuando la invasión de los franceses; cuando las epidemias de peste que asolaron Madrid. Se podría decir que las campanas sonaban como un aviso trágico o como un lamento sordo

Esta torre más la de San Nicolás son dos de las escasos vestigios madrileños que nos hablan de una villa lejana y antigua, aquella que sería, el Madrid de las torres mil.

En San Pedro el Viejo se venera la imagen de Jesús el Pobre, llamado así para diferenciarlo de Jesús el Rico o de Medinacelli. Su autor fue Juan de Astorga que la esculpió en Sevilla a finales del siglo XVIII. En 1812, la duquesa viuda de Santiesteban y Medinacelli, quien la conservaba en el palacio de la Casa de Pilatos, la regaló a esta parroquia.

El templo posee dos puertas, la primera hoy condenada, en parte por su desnivel respecto a la Costanilla de San Pedro se encuentra en la zona de los pies, junto a la torre. Presenta columnas muy erosionadas que son del siglo XVI y cuyos capiteles recuerdan los alcarreños del círculo de Lorenzo Vázquez. La segunda puerta se abre al sur, dando paso a la nave de la Epístola.

En el interior apenas pueden verse restos medievales. El retablo mayor es de finales del siglo XVII, obra de Sebastián de Benavente. A los dos lados del retablo mayor aún se conservan dos imágenes de San Pedro y San Pablo, únicas obras conservadas del imaginero burgalés Manuel Gutiérrez que trabajó en Madrid a mediados del siglo XVIII.

La capilla de la cabecera conserva su bóveda gótica de nervaduras, del siglo XV. Fue una de las dos capillas que poseyeron los Lujanes. La otra capilla tiene un ábside semicircular visible desde el exterior, aquí estuvo el sepulcro de Fray Antonio de Luján, obispo de Mondoñedo, que se conserva actualmente en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

Torre mudéjar de la Iglesia de San Pedro el Viejo

Cada Jueves Santo sale Jesús el Pobre junto con María Santísima del Dulce Nombre, es una de las procesiones madrileñas más multitudinarias. Los anderos que cargan con sendos pasos deben arrastrarse para cruzar el dintel de la puerta.







Fuentes:
Hidalgo Monteagudo, Ramón: Iglesias antiguas madrileñas. Ediciones La Librería.
Azorín, Francisco: Leyendas y Anécdotas del viejo Madrid. Avapies.
Corral, José del: Curiosidades de Madrid. El País Aguilar.

viernes, 19 de julio de 2013

Leopoldo Panero Torbado: Sola tú



Leopoldo Panero Torbado
 (Astorga, león 1909 - Castrillo de las Piedras, León 1962)
Foto: cineypalomitasdemaiz.blogspot.com



Sola tú junto a mí, junto a mi pecho;
sólo tu corazón, tu mano sola,
me lleva al caminar; tus ojos solos
traen un poco de luz hasta la sombra
del recuerdo; ¡qué dulce,
qué alegre nuestro adiós! El cielo es rosa
y es verde el encinar, y estamos muertos,
juntos los dos, en mi memoria sola.

Sola tú junto a mí, junto al olvido,
allá donde la nieve silenciosa
del alto Guadarrama, entre los pinos,
de rodillas te toca.

Estamos solos para siempre; estamos
detrás del corazón, de la memoria,
del viento, de la luz, de las palabras,
juntos los dos sobre la nieve sola.



lunes, 15 de julio de 2013

Dichos populares: El carajo la vela


Es una expresión muy castiza sobre cuyo origen y significado especulan los expertos. Hay tantas hipótesis como se quieran.

Carajo, según el Diccionario de la Real Academia, es una especie de canasta en la parte más alta de los mástiles de las antiguas carabelas españolas, que servía como puesto de observación. Los marinos de aquellas épocas asociaban al mástil y dicha canastilla, con el órgano sexual masculino. 2. Es voz malsonante que designa el miembro viril. 3. Denota enfado, sorpresa o insulto.  

Asociado a la palabra vela significaría “un carajo tieso como una vela”. Al parecer esto lo dijo el académico Luis María Ansón en la tertulia del programa radiofónico “Protagonistas”, de Luis del Olmo.

Jaime Campmany –citando al premio nobel Camilo José Cela-, dijo que la frase equivaldría a “huevón a la vela”, que procede de América y hace referencia a aquellos que siempre martillean sus tonterías en el mismo sitio.

Hay quien afirma que la frase deriva de una pequeña embarcación llamada carajo y de su forma de navegar; la que alude a un tipo de vela cuadrada, llamada caraja, que impulsa ciertas embarcaciones en América; o la referida a una tribu indígena brasileña, los carajos, que se mueven en barcas por el Amazonas.

También se dice que los pescadores conocen a los exocétidos o peces voladores como:
“Carajillo a la vela”, que lo mismo nada que vuela.

Acepciones de esta palabra:
  • Irse al carajo: Acabar mal la cosa de que se trate.
  • Mandar al carajo: Despedir con malos modos.
  • Esto está más bueno que el carajo: Aprecio.
  • Este tipo es del carajo: Admiración.
  • ¿Dónde carajo te habías metido?: Alguien que ha estado ausente.
  • Me importa un carajo: Poca importancia.

 Espero que esta nueva sección mezcla de humor, erudición, anécdotas e historia, le agrade más que el carajo.




Fuentes:
Suplemento de Muy interesante. El libro de los Dichos, El pequeño Larousse Ilustrado 1996,
Wikipedia, la enciclopedia libre

sábado, 13 de julio de 2013

Paseos por Madrid: Calle de Postas


Entre la calle de Esparteros y la de Zaragoza, en pleno corazón de Madrid, está la calle de Postas que cruza en diagonal esa pequeña barriada que abarca Sol y Mayor, escenario galdosiano de Fortunata y Jacinta. Paseando por ella se siente ese ambiente, ese “tipismo” madrileño.

Aparece en el plano de Espinosa y debe su nombre a que en la casa número 32 estaba ubicada la primera oficina de Correos y Postas que tuvo Madrid. En su fachada había un cuadro de la Virgen de no escaso mérito, que era de la propiedad de los maestros de postas.

En documentos del siglo XVI se dice que allí tuvieron lugar las partidas de las sillas de postas que en principio consistían en llevar los correos y órdenes reales a uña de caballo para diferentes lugares de España. Posteriormente ese servicio se hacía en diligencias, ya que las postas no solo aludían a la comunicación de noticias, sino también al transporte de viajeros. Nuestro actual Correos, aún se conoce como Servicio Postal.

Al ser expulsados los vendedores callejeros de la Puerta del Sol se refugiaron en la calle Postas. Desde el siglo XIX ésta es la calle de los hábitos por excelencia. Hoy quedan unas pocas tiendas dedicadas a confeccionar y vender hábitos de todas las Órdenes religiosas.      
Posada del Peine

En esta calle existe un edificio singular, la Posada del Peine, uno de los lugares más pintorescos de Madrid por sus costumbres. En 1610 Juan Posada abre este establecimiento en la calle del Marqués Viudo de Pontejos. Dos siglos más tarde pasa a manos de los hermanos Espinos, quienes la ampliaron con la construcción de un edificio anexo esquina a la calle de Postas. En 1892 para conmemorar el IV Centenario del Descubrimiento de América se coronó al edificio con un templete para reloj que nunca llegó a ponerse quedando el hueco vacío.  Cerró sus puertas en 1970. Al morir la última dueña cedió el edificio a una comunidad religiosa y ésta a su vez la vendió a la relojería Girod. En 2006 la cadena High Tech abre las puertas de un nuevo hotel. 

Tenía unas 150 habitaciones, las más lujosas con balcón a la calle y las más modestas, sin ventanas, cuya ventilación se conseguía abriendo la puerta al pasillo. Su nombre no es casualidad. Sus habitaciones contaban con un peine atado a una cuerda, como servicio adicional para sus clientes. Este edificio fue objeto del discurso de ingreso en la Academia de la Lengua de Camilo José Cela. 


Fuentes:
Cabezas, Juan Antonio: Diccionario de Madrid. Compañía Bibliográfica Española, S.A. Madrid 1968.
Martín Fernández, Mª Carmen: Invierno 1983/1984. Serie de notas tomadas durante las visitas programadas por la Fundación Villa y Corte. Profesor: Guillermo Fernández Fanjul.


miércoles, 10 de julio de 2013

Ramón L. Fernández y Suárez: Reseña "Los helechos arborescentes"



Hemos leído


Revista de la Universidad Politécnica de Madrid nº 10 diciembre 2007


Homenaje

Ahora que se ha ido y su sombra se despide entre las nieblas matinales de este otoño (“el Pisuerga da muchas nieblas”), ahora que su obra es ya definitiva, queremos dedicar un breve espacio a comentar uno de sus primeros títulos en el que brillan destellos de su genio-ingenio, increíblemente descriptivo en su economía de palabras. Ocho o diez vocablos enlazados hábilmente para definir desde su esencia un personaje, una situación o un estado de la mente: “Hijo, aquí estoy en el desorden de tu ausencia” (Mortal y rosa), “yo quería ser sublime sin interrupción” (Las ninfas). Son solo un par de ejemplos para ilustrar con toda claridad su aludida facultad de síntesis. Umbral, deslumbrante pluma castellana para la historia literaria de nuestro Amado siglo XX. De entre su ingente actividad creadora hoy queremos bosquejar un breve repaso a uno de los trabajos que, aunque no reciente, tiene el atractivo de mostrar las mejores cualidades de su autor. Los helechos arborescentes (1980). Escatológico y valleinclanesco. Sarcástico, truculento y culterano, repasa varios siglos de la historia de España en forma medular y desestructurada. Canallesco a veces, siempre lírico y amargo, sus páginas descaradamente hermosas compendian una visión desde la orilla opuesta a lo que por entonces perdía la condición de “lo políticamente correcto” y aceptable. Escrito en los años de la transición, sale a la luz apenas dos años después de promulgarse la Constitución de 1978, hecho que relajó el marco de la expresión y del mensaje permitiendo de este modo un lenguaje literario que no tiene por qué encriptar sus contenidos. De ahí su tendencia iconoclasta que refleja el deambular de las ideas que por aquel entonces desarrollaba el escritor.

Quizá sea durante el fragmento en el que Francesillo, ingenuamente golfo álter ego del autor, nos habla del imaginario personaje Luna, aquel donde la fantasía de Umbral alcanza su cenit. Asimismo, alrededor de dicho personaje se desarrolla un excepcional momento de inspiración esteticista que indudablemente halla eco en otros autores contemporáneos entre quienes podría destacarse José Luis Sampedro (La vieja sirena): amor, sexo y belleza como elementos necesarios para el disfrute no convencional de exquisitos seres superiores. Esto, y la profundísima mirada crítica a un entorno que en cada nueva etapa histórica parece repetir sus más íntimas esencias, es cuanto une (y distancia) a Umbral con muchos de los escritores que en Castilla han sido sus contemporáneos. También reside su importancia, al margen de sus peculiaridades, no solo en el hecho de servir de puente entre el romanticismo de Espronceda y Larra (por citar solo un par de nombres) pasando por Ramón María y González Ruano y el universo del periodismo literario que ahora mismo disfrutamos; en el que hasta ayer su firma gozaba de incomparable relevancia.

Si a todo lo anterior se añade la riqueza y variedad del vocabulario que manejó el escritor a través de las 288 páginas de esta narración, llegamos a la conclusión de que quien diera vida a este relato mereció el lugar que sus muchos premios y reconocimientos le avalan. Porque dominó como pocos “la magia de la palabra… el secreto, en fin, de la literatura”.




© Ramón L. Fernández y Suárez

Licencia Creative Commons

Hemos leído Los helechos arborescentes por Ramón L. Fernández y Suárez

martes, 9 de julio de 2013

Jorge Luis Borges: Soy

Jorge Luis Borges
(Buenos Aires, 1899 - Ginebra, 1986)

Soy el que sabe que no es menos vano 
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.


Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.


Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,
del tiempo, que es uno y es de todos.



Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.




viernes, 5 de julio de 2013

Mª Pilar Álvarez Novalvos: Reseña "El libro de los viajes equivocados"

Pilar Álvarez Novalvos



Reseña Literaria
26.02.2012

EL LIBRO DE LOS VIAJES EQUIVOCADOS. Clara Obligado
Madrid. Ed. Páginas de Espuma, 2012
ISBN: 978-84-8393-052-6



El libro de los viajes equivocados es una obra de arte, un milagro, porque la caracola sobre la que se asienta contiene el número Φ, es decir, la autora ha hecho los más increíbles malabarismos para conseguir edificar su obra sobre la proporción áurea. La Gioconda, la Acrópolis de Atenas, los pétalos de una rosa, el vuelo de un halcón sobre su presa o el cuerno de un carnero están creados sobre esta maravillosa proporción.

Igual que Cortázar estructura su cuento Lejana (Bestiario) sobre un palíndromo para mostrarnos al final, sobre un puente, dónde se halla el palíndromo de la historia, Clara Obligado, para contarnos estos viajes equivocados, escoge un armazón de espiral que desde el primer minuto sostiene esa forma particular de transcurrir el tiempo. En ella el "azar" rige la vida de los protagonistas e incluso de los objetos (esto se anuncia en el primer relato, con dicho título). Esa vida no es otra cosa que un viaje, muchos viajes, especialmente el de los emigrantes (como ella), aunque no se olvida de aquellos que se atreven a romper la inercia del bucle para viajar en pos de sus sueños. Por eso, espacios, tiempos y protagonistas se convierten en vasos comunicantes que aparecen aquí y allá, entretejidos en una tela de araña que, de repente, rompe la frontera del libro de cuentos para transformase en una novela con sentido propio (la autora, consciente de ello, sugiere que leamos el libro en el orden en el que ha situado los relatos).

¿Por qué una espiral? Porque es la forma idónea para su visión del tiempo. Una concepción que, antes que en los griegos de hace casi 2.800 años, ya está en los mayas (3000 a.C.) y antes incluso que en estos, en el pueblo egipcio (4000 a.C.). Las civilizaciones nómadas son las primeras en comprender la circularidad del tiempo, su forma de tirabuzón infinito; es fácil entender el eterno retorno cuando se observan los ciclos lunares o las estaciones. En una ocasión, la autora explicaba su simpática percepción del tiempo: "es como un queso Gruyère, algo tupido y con agujeros que se comunican entre sí".

De esta idea debe de proceder la necesidad de sembrar en la obra motivos literarios: puentes, de los que no solo unen o separan pequeñas orillas sino también continentes y seres humanos; manos que dicen adiós; fotografías que fijan el tiempo en un espacio y cuyo fotógrafo colecciona puentes con sus respectivas historias; caracolas que el azar instala en distintos lugares del planeta en el pasado, presente y futuro; lugares que se reiteran; trenes, aviones, barcos....

Por otro lado, es admirable la labor que ha realizado con los personajes. Se enredan en las historias y las atraviesan con sus vidas múltiples al mismo tiempo que van evolucionando bien como una prolongación de la hélice perpetua de la que forman parte, bien desarrollándose en universos paralelos. En esto, El libro de los viajes equivocados es una obra de ingeniería. Y el lector, por paradójico que pueda parecer, nunca se pierde en esta maraña de vidas.

¿De qué más puede servirse un escritor para conseguir la sensación de conexión entre las redes temporales? De la intertextualidad. En este caso nada menos que doble. Deslumbrante. Además de encontrar constantes alusiones a obras y escritores referentes de la autora (Monedas de oro podríamos haberla escuchado de labios de Sherezade; Madison, los puentes de, nos ofrece el final que Robert James Waller no quiso escribir; Albania celebra La virgen albanesa de Alice Munro; Las dos hermanas, se hace eco de las tres de Chéjov...) su propio trabajo se convierte en intertexto de sí mismo gracias a las continuas alusiones que se cruzan entre sus relatos. Chapeau, Clara Obligado.

Asimismo, quiero llamar la atención sobre el número de cuentos incluidos en este volumen: once en total (número "maestro", esto es, de inspiración, de revelación). Por tanto, el cuento que ocupa el sexto lugar es el estratégico; sobre él, a mi juicio, se articula el viaje más equivocado de toda la novela y de la Historia: el de los trenes que condujeron a millones de seres humanos al exterminio. Todo parece posible en esta obra, así que la caracola estructural se convierte, con El silencio, en simetría pura. Es un relato donde las palabras no dichas preñan el vientre de un hombre estéril, donde los ojos ponen sobre lo atroz una mirada de cotidianidad cómplice de la barbarie, donde las manos agitándose tienen el color de un destino cierto, y donde los oídos se hacen sordos a lo evidente, como si ello eximiera a la realidad de ser real.

Un único y delicioso cuento, La escritura, rompe el molde del narrador en 3ª persona (que vertebra el libro y que va desde la objetividad a distintas focalizaciones), para convertirse en el mayor exponente de metaliteratura. Narrado en primera persona por la protagonista-autora, en él se produce el encuentro de esta con el que será el personaje principal de la mayoría de los fragmentos, Lyuba. Da la impresión de que la joven se presenta ante la autora para que esta la descubra. Me recuerda a un personaje de Pirandello en busca de autor o al Augusto de Niebla, conversando con Unamuno.

Del estilo de la escritora quiero señalar su lenguaje poético, desafiante, pero conciso y sugerente, en el que la búsqueda de la expresión propia nos sorprende en descripciones, desarrollos, personajes, diálogos, desenlaces.

El Libro de los viajes equivocados es una llamada constante a la experiencia de los sentidos, a la evocación de la buena literatura a través de su reformulación; es una divina caracola, un rizo áureo de tiempo. Y su lectura es, sin ninguna duda, imprescindible.














miércoles, 3 de julio de 2013

Ramón L. Fernández y Suárez escribe sobre ¿Habla usted cubano?





Autor: Marieta Alonso
Colección Pez Volador. Madrid 2013
Publicado por Talleres de Escritura Creativa Clara Obligado



MARIETA ALONSO irrumpe con esta deliciosa opera prima pisando fuerte en el mundo de la narrativa, en un momento difícil para todo empeño editorial. Sus veintiséis breves, a veces brevísimos, relatos exhiben un claro y centrado manejo de la lengua que, de forma consciente, se yergue sobre titánicos pilares con base en ambas riberas del Atlántico. Esta identidad tejida con fibras de yarey y de mimbres castellanos florece en el frescor de su mirada aguda, no exenta de ironía.

Sirenas, por ejemplo, constituye toda una lección de sutil femineidad matizada de retranca. Pocos autores logran en tan corto espacio y con lenguaje tan naif describir situaciones con mayor carga de intencionalidad.

A esta autora, la literatura parece divertirla y esa jubilosa emoción que empapa la trama de su obra se hace contagiosa a sus lectores. Su mirada en torno a lo cotidiano ve siempre aspectos positivos. En ello posiblemente resida la clave de su éxito. Sus páginas comunican alegría, algo tan necesario en nuestros días.

Desde estas páginas le auguramos nuevos éxitos que ya esperan, impacientes, sus lectores.


© Ramón L. Fernández y Suárez

lunes, 1 de julio de 2013

Amantes de mis cuentos: Viajes sin retorno






Los libros van siendo el único lugar de la
casa, donde todavía, se puede estar tranquilo.
 Julio Cortázar







¡Aguanta! ¡Ánimo! ¡Ten coraje!

Se lo estoy oyendo decir al hombre de grandes ojos castaños, pestañas espesas, pelo ralo, bata verde y un tapabocas del mismo color. Lo dice con voz contenida para que solo yo lo escuche. Es una voz clara, varonil, con destellos de ternura, parecida a la del tenor cuando canta una romanza. Siento muy cerca la respiración entrecortada de otras personas. Noto la penumbra que de pronto se evapora y da paso a una luz cambiante en color e intensidad. ¡Cuánto bullicio! ¡Cuántos olores!

Tengo sueño. Me pesan los párpados. Se me cierran los ojos. No puedo abrirlos, me dejo llevar…

Estoy en el suelo de una embarcación mecida por las olas, el motor apagado a la espera de que caiga la noche. Escucho el silencio. Rememoro el esfuerzo que me ha costado conseguir el dinero para comenzar este viaje, que me llevará al final de una meta y al comienzo de otra. Me acompaña la soledad, que desde hace mucho tiempo, es mi gran amiga. Hace meses descubrí que nada hay más solitario que verse obligada a mantener un secreto, hay que defenderse hasta de uno mismo. Se llega a sentir un cosquilleo, unas ansias inmensas de hacer partícipes a tus mejores amigos de todo lo que roe en tu interior, pero no, el enemigo puede estar donde menos uno se lo espera. Y lo peor, no es que pongas en peligro tu persona, si no, que pones en peligro a otros.

¡Bisturí! ¡Pinzas!

Es una agonía esto de no poder confiar en nadie. No queda más remedio que aprender hablar a solas y en silencio porque a veces las paredes tienen oídos. Fue durante esa etapa, cuando adiviné que para sobrevivir debía mostrar una actitud de confianza ante la vida, para vencer el miedo que se presentaba sin avisar. Y adopté la alegría por bandera, mis temores los guardé muy dentro de mí. Casi sin pensar surgió la necesidad de crear mis propias ilusiones, debía darme ánimos, por lo que, escribí un inventario de sueños que me hacían la existencia agradable y la repasaba cada día. No se me ocurrió traer la lista y ahora me vendría bien para olvidar la angustia que me produce este inmenso desierto de agua...

Algo me espabila, sigue el trajín alrededor de la camilla y continúa ese ruido sordo de cubiertos como cuando se sirve o se recoge la mesa, procuro poner atención a los  murmullos pero son palabras que se me escapan, como si fuesen órdenes. Para mí son de una locuacidad excesiva. Lástima que no tenga fuerzas para mandarles a callar. Me da vueltas la cabeza, no logro centrar la mirada…

¡Rápido! ¡Oxígeno!

¡Precioso! Un paisaje de sabana, precioso. La llanura herbácea salpicada con algunos árboles aislados se presenta ante mis ojos y veo a una mujer que va en busca de agua, fuente de vida. Otras arrancan raíces, recogen frutos, comen carne cruda, dan golpes para romper los huesos y extraer la médula, lo más nutritivo, así lo han hecho durante mucho tiempo hasta que aprendieron los secretos del fuego, tales como ablandar los alimentos, recibir calor, fortalecer relaciones sociales, servir de elemento de protección para ahuyentar a los depredadores...

Me siento zarandeada.

¡Por favor! ¡Reacciona!

           El hombre embozado golpea mi tórax con sus manos enguantadas. No sé lo que pretende pero no duele. Abro más los ojos. Me mira, lanza un suspiro y deja de pegarme. Los vuelo a cerrar. Su cara muestra preocupación. ¿Qué problemas tendrá? Nadie está exento de ellos. Siento que voy a amodorrarme…

Con el ruido de la metralla, de las salpicaduras de agua, de los gritos, tampoco sentí dolor en el momento que la bala me mordía, solo noté el líquido viscoso, caliente y rojo que salía de mi estómago...

No logro conciliar el sueño con tanto ajetreo. Me piden que me mantenga despierta, lúcida. ¡Qué más quisiera yo! ¡Ojalá pudiera! Se alborotan de nuevo, les entran las prisas. Siento pinchazos en los brazos, en las piernas. Creo que hurgan dentro de mí. Ya no siento nada. Sus rostros se alejan, se acercan, se vuelven a alejar. Si pudiera les diría que necesito un poco de paz, que dejen lo que están haciendo para más tarde.

De nuevo, la mujer. Esta vez está arrodillada, escarbando en el suelo. Va llenando una cesta de mimbre con lo que la tierra le ofrece. No la veo bien, está allá, en la lejanía. Se levanta y viene hacia mí con una sonrisa. Es muy joven, pero ya ha formado su propia familia, que funciona al igual que otras, como freno a la promiscuidad, dando respuesta a las necesidades de seguridad, comida y sexo. El chamán también se acerca y le oigo hablar del incesto que fue considerado tabú desde muy temprano por ser una práctica genéticamente peligrosa y destructora de la unidad del clan...   

Vuelvo en sí, percibo el ruido de unos frascos, una llave que gotea, unos pasos apagados que van y vienen, otros corren, las luces se encienden, se apagan, me suben las piernas, me bajan la cabeza. ¿A qué huele?

Las instrucciones eran muy claras, debíamos estar atentos a las señales intermitentes que el guía iría haciendo con la linterna; al acantilado para no caer; a las rocas que teníamos que salvar. Llegamos a la orilla, nos adentramos en el agua en fila india, un hombre empuja la balsa, ya con el agua al pecho, el mismo hombre se sube a la embarcación. Ayuda a los niños y a las mujeres primero y a los hombres después. Todo salió perfecto. Por fin nos encontramos dentro. Poco a poco el sonido apaciguado de los remos nos fue alejando de la costa. Los remos dejaron de sonar. Las luces de un barco patrullero rastrean las aguas. Nos agachamos. De pronto una voz ronca gritó:

¡Alto!

Transcurrieron unos segundos eternos hasta que escuchamos el arranque del motor, un fuerte olor a gasolina nos invadió, una lluvia de agua salada nos roció como se hace con la ropa lista para planchar, tuvimos que sujetarnos muy fuerte pues la velocidad alcanzada nos hacía ir de un lado a otro, bambaleándonos... 

Siento unas manos en el rostro. Una voz me anima a resistir. Yo quiero decirle que sí, que confíe en mí, que lo estoy intentando, que soy fuerte, no por naturaleza, sino por los azotes que me ha dado la vida pero, los labios los tengo agrietados y no logro emitir sonido.

Otra vez, vislumbro a la joven de la sabana. Ahora avanza con bártulos a su espalda, detrás de su hombre que también lleva el suyo. Los niños corren por delante y por detrás, rodeándoles. Se oyen sus gritos. Me acerco a ellos. Me saludan. Van en busca de un camino para expandirse por el mundo. A ella el viaje hacia nosotros mismos no le resultará fácil. Lo sé. Echa la vista atrás, muestra a los hijos las huellas de sus pasos, se tronchan de risa y juegan pisando su propio rastro. Algo me dice que la mujer está nerviosa. Me brindo para llevar un rato su fardo pero me dice que no con la cabeza.

Sigo andando con ellos. Él se adelanta explorando el camino y yo aprovecho para preguntarle qué le preocupa y me contesta que no es la mejor época para viajar, que ya debían haber encontrado una cueva, que recela de los animales en acecho, de los ruidos de la noche, que teme no tener tiempo…  

Una bofetada hace que cambie el rumbo de mis pensamientos. Esto es una provocación. Con lo a gusto que me encontraba con mis nuevos amigos.

Y me viene la imagen de los tiburones saltando alrededor de la balsa. Se forma una algarabía entre nosotros, hay comentarios para todos los gustos, menos mal que los escualos se cansan y se van. Los delfines toman su lugar y nos divierten con sus piruetas. Me sobresalto con el chirrido de la tela al convertirse en jirones. El torniquete que me hacen con ellos está muy apretado…

¡Despierta! ¡Venga! ¡Despierta!

           Son voces que me vienen de lejos. Me esfuerzo por acercarme a ellas pero algo más fuerte que yo, me lo impide, es como si no tuviera voluntad.

         La estela dejada por la embarcación, el frío de la noche, la manta hasta el cuello, una mano amiga que entrelaza sus dedos en mi cabello y me dice que pronto llegaremos. La llegada a tierra firme. Las sirenas de las ambulancias. Me llevan en parihuelas, luego las batas verdes revolotean alrededor...

          Abro los ojos. El hombre de los grandes ojos castaños se aleja. Otros van detrás de él. Han terminado. Han cesado los ruidos. Me siento bien. Ahora a descansar.

Afluyen varias imágenes. Se agolpan unas contra otras. A lo mejor el proyector  se ha estropeado. Ya funciona bien. Las fotografías van apareciendo despacio y nítidas. Una de ellas me hace especular sobre un infierno apacible o quizás un paraíso perturbador. No puede ser. Esto es solo un sueño revuelto de fantasías. Y ¿si las personas que me rodean, que parecen existir, no existen? y ¿si aquellas que veo a lo lejos que parecen no existir…?  Se acerca alguien que no reconozco. Me envuelve, me engatusa, me marea.

Parpadeo.

El animal está en actitud de ataque. La mujer le mira a los ojos. 

Parpadeo.

Me acaricia la brisa del mar y ese dulce olor de la tierra donde nací.

Parpadeo.

Y su música contagiosa comienza a guiar mis pies.