martes, 5 de mayo de 2015

Ramón L. Fernández y Suárez: Comentarios a la muerte de Virginia Woolf


Virginia Woolf a los veinte años
Foto: Wikipedia, la enciclopedia libre


Hay palabras que se convierten en suspiros. Voces imprecisas que denotan un quejido. Hay mensajes que tremolan en el aire, ideas muertas de pensamientos olvidados. Hay palabras que se caen en el vacío y descienden desde el alma para guiar nuestro destino. La presencia de esas voces conduce a veces a desastres elegidos.

Una vivencia ancestral pudo ser el hilo conductor que destruyó a Virginia Wolf; que marcó el perfil de su existencia en un mundo civilizado, estrecho y libre donde razón y sentimientos se confabularon para aniquilar racionalmente toda esperanza de futuro. Su obra impresa, hoy analizada desde ópticas alejadas de los meros quehaceres literarios, da testimonio y evidencia sus conflictos interiores. La pluma de la autora es, a veces, un arma que traiciona, un instrumento que, cual inesperada llave, abre puertas que quien pretende dominarlas ve, impotente, como descubren dolores e insatisfacciones. Hay delicada rebeldía en los compartimientos secretos del arcano almacén de sus rencores.

Si alguien te amó, mujer, sin reservas ni pudores, si quienes apreciaron tu talento no fueron remisos a reconocer la autenticidad del sufrimiento que anunciaban tus fracasos y equivocaciones, ¿por qué entonces escapaste aguas abajo cual Ofelia despreciada por su amante?

Especulo con la posibilidad de haber sido marcada de antemano por la trama genética de una familia con antecedentes. Tus tendencias depresivas, ¿síntomas o consecuencias? Tu pluma, en lucha por abrir caminos, no bastó para trazar senderos conducentes al equilibrio emocional. Por esos caminos te perdiste, para hallarte luego sumida en plena tristeza existencial.


Virginia, no sabremos nunca si elegiste fríamente el fácil camino equivocado o si fuiste conducida a él por el romántico laberinto de tu mente. Pasaste a nado las aguas del Leteo burlando el peaje del barquero. ¿Qué más da? “La muerte no es más que un sueño y un olvido”. No hay por qué llorar a nuestros muertos, ellos la paz ya han alcanzado. Lloremos por quienes quedamos, cargados con el dolor que nos rodea.





© Ramón L. Fernández y Suárez






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