domingo, 13 de diciembre de 2015

Marisa Caballero: Tesón



Todos los días; a la misma hora, la veía pasear por la pequeña playa. Siempre acompañada por alguien. En su juventud debió ser esbelta y proporcionada.

Caminaba con la dificultad, que las secuelas de los años inexorablemente van produciendo. Piernas abultadas por gruesas varices, cadera deformada por la artrosis, que pedía a gritos una intervención quirúrgica; rodillas inflamadas, espalda doblada, auxiliada por un débil bastón. Preocupada más por si el viento levantaba su falta, que por la estabilidad. Posiblemente, obedecía las instrucciones de su médico:

-  Caminar, hacer ejercicio sin forzarse mucho y beber agua.

Repetiría a quiénes insistían en que tomara líquidos, que  no entendía  ésa  manía médica, ¿cómo recomendaban beber sin necesidad de hacerlo?  No tenía sed. Los médicos de ahora no entendían. ¡El agua se bebía con sed!

Me fijé en el espejo que las olas crearon sobre la arena. Las piernas de la anciana no mostraban el paso del tiempo. Eran rectas, firmes, parecían ser de una joven.

Recordé a Campoamor “todo es según el color del cristal con que se mira”. 

El viento me permitió escuchar su voz modulada y serena, aconsejando a su acompañante:

-         Debes caminar todos los días, eso es lo que me permite mantenerme ágil. Yo lo hago desde niña, aunque ahora me duela hasta el alma.







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