viernes, 27 de febrero de 2015

Federico García Lorca: Romance de la luna, luna


Federico García Lorca
(Fuente Vaqueros, Granada, 1898 - Víznar y Alfacar, Granada 1936)
A Conchita García Lorca

La luna vino a la fragua

con su polisón de nardos.

El niño la mira, mira.

El niño la está mirando.



En el aire conmovido

mueve la luna sus brazos

y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.

Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.



miércoles, 25 de febrero de 2015

Catedral de la Santa Cruz y Santa Eulalia (Barcelona)

Catedral de Barcelona






También llamada Seo, es de estilo gótico y la sede del Arzobispado de Barcelona.
Plano de la Catedral

En el siglo IV existía en el lugar un templo. Hay noticias de restos de una primitiva basílica paleocristiana que fue casi destruida por Almanzor. Allí mismo, Ramón Berenguer el Viejo, I conde de Barcelona  y su esposa Almodis de la Marca, mandaron a construir un templo a mediados del siglo XI. La catedral románica fue edificada en 1268, que a su vez, a partir del siglo XIII dio paso a la catedral gótica de hoy, que se terminó en el siglo XV. La definitiva. En aquel entonces sin fachada y sin las dos torres laterales que no se construyeron hasta finales del siglo XIX. Lo que debía ser la fachada terminaba en un simple muro. Manuel Girona i Agrafel, promotor barcelonés, sufragó los gastos para que la Catedral por fin pudiera estar terminada. La fachada neogótica tiene cuarenta metros de ancho y está flanqueada por dos torres con altos pináculos. Hay que tener en cuenta que la perspectiva actual de este grandioso edificio no existió hasta 1943 en que se destruyeron callejas y casas para llegar a la amplitud que hoy podemos contemplar.

La capilla de Santa Lucía es lo que resta de la catedral románica. En su interior se puede ver el sepulcro del obispo Arnau de Gurb, su fundador. Merece la pena contemplar en el exterior, la puerta románica, con cuatro arquivoltas. La capilla sirve de entrada a los claustros y al archivo catedralicio.

Los claustros constituyen uno de los más bellos rincones de Barcelona. Tras contemplar las cuatro galerías abovedadas se pasa al interior de la Seo.

El primer nombre que recibió la Catedral fue el de la Santa Cruz desde el año 599, al que se le unió el de Santa Eulalia en el año 877. 


Puerta principal
Puerta de San Ivo
Puerta de Santa Eulalia









Cinco puertas permiten la entrada a la Catedral: la de la fachada que es la principal, de estilo neogótico, fue proyectada por Josep Oriol i Mestres; la de San Ivo que es la más antigua, con arco ojival, en mármol y piedra de Montjuic; la de Santa Eulalia que se entra por el claustro. En el tímpano hay una escultura de Santa Eulalia, la de Santa Lucía capilla exterior que da acceso al claustro y la de la Piedad, con un arco conopial. En el tímpano un relieve representando a la Piedad, rodeada con símbolos de la Pasión, obra del escultor alemán Michael Lochner.
Puerta de Santa Lucía
Puerta de La Piedad

El conjunto consta de templo y claustro, los dos de un mismo estilo. El templo mide unos cien metros de longitud y cuarenta metros de ancho. Tiene tres naves de una misma altura, un ábside que recibe la luz de los vitrales góticos y el cimborrio que en su parte externa llega a los setenta metros y en el interior se levanta junto a la puerta de la fachada. Lo diseñó el arquitecto August Font i Carreras.

Bóvedas

En su nave central se aprecia todo el esplendor del gótico en la polícroma decoración de nervaduras y claves de bóveda. En el centro de la basílica el coro con los sitiales de sus cantores. Dentro del coro hay que admirar las tallas y los escudos de los caballeros de la Orden del Toisón de Oro. Se dice que allí Carlos I recibió la noticia de la muerte de su abuelo Maximiliano, con lo que se convertía también en Carlos V de Alemania. El trascoro es una creación plateresca en la que se narra la vida de Santa Eulalia, la más antigua patrona de la ciudad, hasta que se nombra copatrona a la Virgen de la Merced. En rigor la Merced es patrona de la diócesis de Barcelona, no de la ciudad. Esa joven doncella, con trece años, sufrió martirio por lo que, en el claustro gótico viven trece ocas blancas. En la festividad del Corpus salta el famoso “l’ou com balla”, el huevo que baila  sobre el surtidor.
Relieve en el tímpano de La Piedad

Diecisiete capillas conforman las naves laterales. Hay que admirar la Sala Capitular convertida en capilla del Sacramento, donde se venera la imagen del Cristo de Lepanto que Juan de Austria llevó en su nave capitana. También contiene un espectacular sepulcro del cuerpo incorrupto de San Olegario.

Las gárgolas por donde se vierte el agua de los tejados representan leones, unicornios y la del elefante, la más famosa. Las del claustro representan los símbolos de los evangelistas. 
     
         El edificio es Bien de Interés Cultural y desde 1929, Monumento Histórico Artístico Nacional.   




    Danos tu opinión pulsando una estrella.
    Gracias 

lunes, 23 de febrero de 2015

Brújulas y Espirales: Elena Poniatowska "Querido Diego, te abraza Quiela"


Blog literario de Francisco Martínez Bouzas


sábado, 4 de octubre de 2014


MENSAJES DE AMOR INTRANSITIVO



Querido Diego, te abraza Quiela

Elena Poniatowska

Editorial Impedimenta, Madrid, 2014, 96 páginas



    
  La escritora mexicana Elena Poniatowska, que ha logrado los más importantes premio de las literaturas latinoamericanas (el Alfaguara de Novela, el Rómulo Gallego, el Premio Biblioteca Breve, entre otros muchos), y también el Premio Cervantes 2013, acostumbra tejer sus relatos o novelas a partir de hechos y circunstancias reales, de los que extrae los temas para sus fabulaciones.  En efecto, la hija de una mexicana y de un polaco ha dado voz en las páginas de sus obras a los sin voz de su país. Tal es el caso de Josefina Bórquez, en la ficción Jesusa Palancares de Hasta no verte Jesús mío (1969), una lavandera y medium que participa en la revolución mexicana y le permitió a la escritora conocer la verdadera pobreza del México real. Pero la periodista, dramaturga y narradora también le ha prestado su voz a otras mujeres no mexicanas a las que admira. Una de esas mujeres fue Angelina Petrova Belova, más conocida como Angelina Beloff, exiliada rusa en Francia, pintora y pareja sentimental durante diez años del muralista mexicano Diego Rivera.

   En la existencia del pintor, Angelina Beloff ocupó siempre un espacio minúsculo. Ella, no obstante, fu su primera mujer y con ella Tuvo Diego Rivera un hijo en 1916 que fallecería un años después. Su vida al lado del artista, y especialmente después del regreso de éste a su país, fue muy amarga y dolorosa en aquel París, helado, gris y pobre de posguerra. El mismo Diego llega a confesar: “Angelina me dio todo lo que una mujer le puede brindar a un hombre. Al contrario, ella de mi recibió toda la miseria que un hombre le puede infligir a una mujer”. Diego Rivera marcha de París en 1921 y Angelina comienza a escribirle cartas que nunca obtendrán respuesta.

   Elena Poniatowska recrea el ficticio epistolario que tiene su origen en Angelina. Un epistolario basado no obstante en restos de escritura histórica de la propia Angelina Beloff. La dimensión temporal de la comunicación, si así se puede llamar, se extiende desde el 19 de octubre de 1921 hasta el 22 de julio de 1922. Diez meses sin tener noticias de Diego. Ni una sola línea. Solamente remesas de dinero. Intercambio de palabras de amor por monedas, hecho que contradice la simetría de los sujetos emisor y receptor. En la única carta no apócrifa, la que escribe Angelina  el 22 de julio y tomada por Poniatowska de la biografía que del muralista mexicano escribió B. Wolfe, la pintora rusa le dice que preferiría una sola línea al dinero, pero sobre todo preferiría su amor.

   Se trata pues de un caso patente de amor no correspondido, de amor intransitivo. Quiela se encuentra alojada en la más absoluta carencia: del hijo, del calor, del dinero, de su amante. Su voz melancólica se convierte en la escritura de Elena Poniatowska en una parodia del sufrimiento resignado a través de la pasividad. E incluso llega rendirle un culto poco menos que fetichista a los pinceles del pintor (“…querido Diego, tus pinceles se yerguen en el vaso, muy limpios como a ti te gusta. Atesoro hasta el más mínimo papel en el que has trazado una línea”, pagina 9).

   A lo largo de la correspondencia recreada en forma de ficción, las sacudidas amorosas muestran un carácter cambiante. Existe, sin embargo un denominador común que atraviesa estas cartas: el recuerdo nostálgico  y doliente y la imagen idealizada del amante ausente, del que nunca recibe respuestas, pero al que incluso le pide permiso y perdón por haberlo substituido por la pintura, por crear un espacio propio que ocupe el del otro. Desde las primeras líneas, Quiela se muestra como una mujer alienada; ocupa el lugar de la no-existencia frente a la evocación de la figura gigantesca de Rivera que alimenta la sociedad patriarcal mexicana. Diego Rivera encarna el modelo del artista revolucionario, el macho mestizo de desbordante sexualidad, que exige mujeres “mexicanas” de perfiles exóticos (Frida Kahlo, Lupe Marín). Frente a ellas la “dulce” y “desfallecida” Angelina es la extranjera, vinculada además a un período gris de la pintura de Rivera en la “obscura” y bárbara Europa. Así pues, en la recreación de su personalidad, asentada en la biografía del personaje histórico, Quiela, la lánguida mujer azul, tal como la pintó Rivera, se identifica con los trazos atribuidos  al perpetuo estereotipo femenino: sumisión, dulzura, dependencia, impotencia, melancolía, bondad, entrega absoluta. No es de extrañar por lo tanto que el libro haya sido atacado por la crítica feminista.

Angelina Beloff, retratada por Diego Rivera
   El desenlace de esta novela-epistolario fragmentaria es ciertamente cruel. Sabemos, gracias a la Nota final, que Angelina viajó a la tierra que tanto anhelaba. Mas allí no buscó al muralista, y cuando se cruzó con él en un teatro, Diego Rivera pasó a su lado sin reconocerla. El amor incomprendido aguijonearía  los últimos días de la pintora. Su dolor obsesivo, su melancolía, sus nostalgias fueron recreadas con mano maestra y un estilo de gran calidad poética, huyendo no obstante del lirismo gratuito, por una de las principales escritoras mexicanas en esta ficción que demanda ser leída como verdad.

   La fuerza emocional del libro y la calidad de la prosa que encierra, han hecho que Impedimenta haya puesto en las librerías ya la cuarta edición de un libro publicado en enero de este año, parco en páginas pero no en altísima literatura.


Francisco Martínez Bouzas



                                                     
Elena Poniatowska

Fragmentos



19 DE OCTUBRE DE 1921


“En el estudio todo ha quedado igual, querido Diego, tus pinceles se yerguen en el vaso, muy limpios, como a ti te gusta. Atesoro hasta el más mínimo papel en que has trazado una línea. En la mañana, como si estuvieras presente, me siento a preparar las ilustraciones para Floreal. He abandonado las formas geométricas y me encuentro bien haciendo paisajes un tanto dolientes y grises, borrosos y solitarios. Siento que también yo podría borrarme con facilidad. Cuando se publique te enviaré la revista. Veo a tus amigos, sobre todo a Élie Faure que lamenta tu silencio. Te extraña, dice que París sin ti está vacío. Si él dice eso, imagínate lo que diré yo. Mi español avanza a pasos agigantados y para que lo compruebes adjunto esta fotografía en la que escribí especialmente para ti: «Tu mujer te manda muchos besos con esta, querido Diego. Recibe esta fotografía hasta que nos veamos. No salió muy bien, pero en ella y en la anterior tendrás algo de mí. Sé fuerte como lo has sido y perdona la debilidad de tu mujer».

Te besa una vez más

Quiela"



…..





7 DE NOVIEMBRE DE 1921



“Dos semanas más tarde, cuando María Zeting me entregó a Dieguito, vi en sus ojos un relámpago de temor, todavía le cubrió la carita con una esquina de la cobija y lo puso en mis brazos precipitadamente. «Me hubiera quedado con él unos días más, Angelina, es tan buen niño, tan bonito, pero imagino cuánto debe extrañarlo.» Tu dejaste tus pinceles al verme entrar y me ayudaste a acomodar el pequeño bulto en su cama.

Te amo, Diego, ahora mismo siento un dolor casi insoportable en el pecho. En la calle así me ha sucedido, me golpea tu recuerdo y ya no puedo caminar y algo me duele tanto que tengo que recargarme contra la pared. El otro día un gendarme se acercó: «Madame, vous êtes malade?». Moví de un lado a otro la cabeza, iba a responderle que era el amor, ya lo ves, soy rusa, soy sentimental y soy mujer, pero pensé  que mi acento me delataría y los funcionarios franceses no quieren a los extranjeros. Seguí adelante, todos los días sigo adelante, salgo de la cama y pienso que cada paso que doy me acerca a ti, que pronto pasarán los meses ¡ay, cuántos! De tu instalación, que dentro de poco enviarás por mi para que esté siempre a tu lado.

Te cubre de besos tu

Quiela”



(Elena Poniatowska, Querido Diego, te abraza Quiela, páginas, 9-10, 14-15)

sábado, 21 de febrero de 2015

Castillo de Tiedra (Valladolid)

1  
Castillo de Tiedra (Valladolid)


“Cuéntase que el rey Sancho II mandó al Cid, para que persuadiese a doña Urraca le cambiase a Zamora por otros lugares, exentos de los temores de las correrías de los moros; y que si no venía en este Tratado, la asegurase que la quitaría la ciudad por fuerza…
Precisado el Cid, salió a executar la Embaxada, y dixo a doña Urraca: Señora el mensagero no obra por sí; débese atender al carácter que trae, y en él no se debe atender respeto que el de la obediencia, en que no cabe culpa: y así, Señora, diré con vuestro permiso el encargo, que vuestro hermano y mi Rey me ha mandado represente de su parte; que se reduce, a que vos, Señora, le deis la ciudad de Zamora que su magestad entregará por ella a Medina de Rioseco con el infantazgo desde Villalpando hasta Valladolid y el Castillo de Tiedra, afianzando con juramente de doze caballeros, de que jamás contravendría al Tratado”.

Según el testimonio de una borrosa inscripción que hay en una de sus piedras, los orígenes del castillo de Tiedra (Valladolid) se remontan al siglo XI. Ocupa una pequeña altiplanicie al sur de la villa.

Entre 1050 y 1060 Fernando I divide el reino entre sus cinco hijos. A Sancho II “El Fuerte” le correspondió León y pidió por medio del Cid a Dª Urraca, a la que se le había otorgado Zamora, que le entregara su plaza a cambio de Astorga, Benavente, Villalpando y el nuevo Castillo de Tiedra. Parte de la construcción actual data del siglo XIII.

Está constituido de una alta torre central y una muralla que la rodea, cerrando el recinto. La muralla tiene forma rectangular, antiguamente estuvo toda ella coronada de almenas. En sus ángulos hay torreones cúbicos semiderruidos. La torre central tiene una altura tres veces superior a la de la muralla. También es de planta rectangular y tiene las paredes lisas, a excepción de alguna pequeña arpillera que rompe la continuidad del muro y de algunas piedras salientes que adornan su parte superior.

Este castillo tuvo gran importancia durante la Reconquista y en el período de formación de la vieja Castilla. Durante el reinado de Juan II de Castilla fue la prisión en donde el condestable don Álvaro de Luna encerró a los más señalados enemigos del reino. Tras la victoria de Olmedo, el rey hizo entrega del castillo al maestre de Calatrava.


En el siglo XVI pierde su utilidad guerrera y acaba convertido en palomar. Desde 2013 tras un proceso de restauración se puede visitar. Espectacular mirador por su ubicación estratégica.




Dame tu opinión pulsando una estrella. 

Gracias



jueves, 19 de febrero de 2015

Liliana Delucchi: Cordura


El grito. Edvard Munch
Wikipedia, la enciclopedia libre






Todas las familias dichosas se parecen, y las desgraciadas lo son cada una a su manera.         
Anna Karénina – L. Tolstoi








Apareció en su sueño una noche de invierno, con una sonrisa y un beso de final de película, y se quedó. Le urgía dormir, porque en cuanto cerraba los ojos él llegaba con sus brazos abiertos y ella se perdía en un pecho que olía a verano.

Con el tiempo no se conformó con sus visitas nocturnas, se presentaba en cualquier momento: mientras redactaba una demanda, cuando los iconos de los programas parpadeaban en la pantalla del ordenador, cuando se detenía ante un semáforo. Le contagiaba su risa.

Tuvieron una convivencia perfecta, él pronunciaba las palabras que ella quería oír y se desplazaba por su vida con seguridad.

No pudo encontrarle nombre, no había josés, ni luises, ni albertos que pudieran prestarle sus letras y no lo llamó de ninguna manera, por eso el día que al correr la cortina de la ducha se lo encontró bajo el agua, tan sólo dijo “buenos días”.      

-Estás fantástica –señaló su hermana mientras tomaban café -¿te hiciste un lifting?

-No, tengo un novio nuevo.

Se lo contó, entonces la otra buscó en su agenda y, después de garabatear en un papel, se lo dio.

-Es el teléfono de mi terapeuta.

No fue, ni llamó.

El domingo sonó el teléfono, a las diez en punto, como siempre y, como siempre, la voz de su  madre la conminaba a la comida semanal. “Y no te olvides de traer tu pastel de chocolate” fueron, como siempre, sus últimas palabras antes de cortar, sin darle tiempo a decir que había hecho uno de manzana.

Nada más llegar, a través de la reja pudo ver que al dúo hermana-progenitora se había sumado otra mujer que no conocía, “Eva, mi psicóloga”, le presentó la primera. El tribunal estaba formado.

-Verás, Eva, la excelente repostera que es mi hija menor, nadie la supera en esa mezcla de brownies y selva negra que nos trajo –dijo su  madre con la sonrisa de forzada placidez que le daba el  botox.

-No, hoy probaremos una nueva receta.

La señora de la casa entornó los párpados y sin hacer comentarios se dirigió a la cocina.

-Intentaron por todos los medios que hablara de ti –le contó a él cuando, por fin, regresó a su casa-  pero desvié la conversación y las tres brujas tuvieron que aguantar mis historias laborales.

Hundía la nariz en el pecho del hombre cuando esa voz metálica tan conocida gritaba a través del contestador “¿qué es lo que te pasa? No sólo me hiciste quedar mal con lo de la tarta de chocolate, te comportaste como una maleducada hablando de trabajo, sólo faltaba que bostezaras. Llámame.”

Empezó con dos sesiones semanales. Los martes y los jueves se transformaron en viajes a un pasado estructurado y a un presente aburrido, sin embargo, en las caminatas de ida y vuelta él la acompañaba.

-Estaba tan guapo... hicimos el amor toda la  noche.

-Creo que tendremos que aumentar tu número de visitas.

Obediente, cambió la organización de sus lunes, miércoles y viernes, renunció a las clases de salsa y a la merienda con sus amigas. Hasta que uno de esos días echó de menos su presencia a la salida de la consulta, lo buscó por la acera de enfrente, pero sólo había niños y viejos, tampoco la esperaba en casa. Al fin y al cabo, mamá tiene razón, es un hombre y, ya sabemos, cuando menos te lo esperas, te la juegan. Una noche en que el ruido del viento presagiaba insomnio él llegó más delgado, demacrado, parecía enfermo, se quedó sentado en una silla mirándola desde lejos, sin besos, sin abrazos, sin sonrisa. Y ella supo que ya no volvería.


-Mi novio me ha dejado –susurró mientras se perdía en una grieta del techo.

La inquisición se reuniría nuevamente el domingo, pero esta vez para celebrar su recuperada cordura, su madre prepararía lasaña y ella tendría que llevar el pastel de chocolate.

Detectó los primeros síntomas cuando a su hermana se le empezó a caer la silicona del labio superior y las costuras de los vaqueros de Eva parecían a punto de explotar en sus muslos, entonces recogió los restos de la tarta, sacó el matarratas de su bolso, lo colocó en la alacena junto al frasco de harina, y se fue.

En su casa estaba él, esperándola, desnudo, y con una copa de champagne en la  mano.




© Liliana Delucchi


Danos tu opinión pulsando una estrella. 
Gracias.


martes, 17 de febrero de 2015

Cristina Vázquez: Accent Aìgû

                                     
 
La liberté guidant le peuple
Eugène Delacroix

Me llamo Anita Risquez, con acento en la e. Esto, aunque parezca frívolo, para mi es muy importante, porque permite entender mi lado francés.
Soy una mujer profesional, no se muy bien de qué, pero cada cosa que hago la hago con profesionalidad. Ahora vendo tabaco y aunque parezca algo simple no es fácil tener la tabaquera bien colocada, los paquetes por colores y tamaños, las cerillas  en degradé. Siempre, se me ha notado un algo que me hace destacar, pero esa diferencia, por pequeña que sea, no deja que me integre del todo.
Ya no soy guapa, tengo charme, clase, pero se pasaron los años del esplendor, aunque está la ventaja de que ya te miren con respeto, sin turbiedad. Yo noto que los hombres piensan, ahí viene una dama, y ese señorío, seguramente por la cosa francesa, que viene de mi padre, siempre lo he tenido.
Cuando él se marchó, de una manera inesperada por cierto, el desconsuelo de mi madre fue a la española. Lloró tantas noches como alfileres pinchaba en su alfiletero, tantos días como hilvanes hacía para las señoras del pueblo. Al principio de su ausencia, venían más para sonsacar, para ser testigos de una mujer desgraciada y ser más felices ellas al volver a su casa con unos maridos vulgares, que me pellizcaban cuando iba a entregar los trajes.
_Ven preciosa, ven francesita.
El más insistente, fue Don Julio. Olía a colonia dulce y a puro, pero me daba buenas propinas, a cambio de un manoseo. Y sabía decir ma petite. A mí, que lo dijera en francés, me reconfortaba. Y aunque  se me quedara un nudo en el estómago y un regusto amargo en la boca, volvía a casa repitiéndome cancioncillas que me enseñó mi padre, Sur le Pont D´Avignon… y otras así, infantiles, aunque ya fuera casi una mujer.
Me fui acostumbrando, poco a poco, a los olores de los hombres, a que me tocaran y me besaran. Al fin y al cabo siempre sacaba buena tajada y decía merci monsieur. A los hombres lo del acento extranjero les hace soñar.
_Márchate_ me dijo mi madre, tu aquí no encajarás nunca. _Y una mezcla de ternura y desaliento se grabó en sus ojeras de dolorosa.
Me marcharé a Francia, ese será mi destino natural
Y con la decisión sostenida por la maledicencia de las mujeres y la desolación de mi madre, me largué.
Llegaré a encontrar un buen trabajo, con mi accent y ese don para la profesionalidad no me faltarán ocasiones. Y los paisajes dulces, verdes y monótonos se deslizaron por la ventanilla. El futuro en francés ¿no era hermoso? ¿Será todo tan bonito como este campo? Es un regalo y me prometí… me prometí tantas cosas en ese tren que a veces quería que se parara en un espacio, mejor espace, sin contornos.  Y sería como mi padre, pero al revés, la hermosa extranjera que sabría aportar ese toque de gracia, esa españolidad, profesional por supuesto, que removería  su rutina.
Mi madre me había dado una dirección de una parienta de mi padre, a la que nunca conoció. Me costó encontrarla; era una mujer con sotabarba de grasa, cejas espesas y unas manos carnosas sometidas a vulgares sortijas, et alors la finesse? Me dijo que no sabía nada de mi padre, que fuera al pueblo dónde estaba su familia, su mujer y sus hijos.

¡Oh lá lá, carajo! _dije yo con un bilingüismo impecable, y me volví a España.


© Cristina Vázquez Salinero








Dame tu opinión pulsando una estrella. 
Gracias.

domingo, 15 de febrero de 2015

Gema Martín-Romo Buj: El regalo

Flores
Foto: Wikipedia, la enciclopedia libre


—He sido yo —confesó Héctor con un hilo de voz— con estas manos... mis propias manos...
A esas horas de la noche, la comisaría del barrio estaba casi vacía. Apenas un par de policías ocupaban su puesto frente al ordenador—uno tomando declaración a una pareja extranjera y otro atendiendo un aviso al teléfono.

—Haga el favor de calmarse y cuénteme con todo detalle lo sucedido—gruñó el Sargento Peña, mientras tecleaba el informe.

Antes de declarar, permaneció en trance durante unos minutos, con la mirada clavada en sus manos agarrotadas y sudorosas, tiritando sin control.


**********


Dos horas antes, Héctor llegó a casa con el semblante serio y más pensativo que nunca. Puso sobre la cama todo lo que llevaba encima. Aflojó su corbata y embutió los pies en sus zapatillas zurcidas de andar por casa.

Se dejó caer sobre el sillón orejero del salón y observó el viejo retrato colgado en la pared. En él, Héctor posaba feliz junto a Lucía, la atractiva mujer que sonreía alegremente mientras, con una mano, lo abrazaba y, con la otra, sostenía una estilizada copa de champagne.

¿Por qué consentí que me aislara de todos? ¿Y por qué permito que me humille un día sí y otro también? —pensó Héctor con amargura. ¡Ah, claro!—se recordó a sí mismo con cierto sarcasmo—estaba loco por ella. Tanto, que jamás le llevé la contraria por miedo a perderla... 

Ni siquiera tuve valor para detenerla en su macabro plan para cobrar la mísera herencia de mi abuela.

El reloj de péndulo, situado junto al mueble de la televisión, sobresaltó a Héctor con sus sonoras campanadas.

¡Las ocho! —se dijo—no tardará en llegar. Sintió cómo su corazón latía con intensidad. Cerró los ojos y respiró hondo para serenarse pero el tintineo de las llaves golpeando la puerta de la calle disparó su adrenalina.

—Ya estoy aquí —canturreó Lucía con su voz chillona y desafinada—Vengo reventada. ¿A que no sabes con quién me he encontrado en la plaza...? —continuó hablando desde la cocina mientras colocaba la compra en su sitio.

Héctor decidió almacenar las palabras de su esposa en algún lugar recóndito de su agitado cerebro y prosiguió concentrado en sus maquinaciones.

—¡Héctor! —gritó ella desde la puerta del salón—¡Llevo un rato hablándote y no me haces ni puñetero caso!

—Lo siento, cariño —dijo el sumiso esposo.

—¿Lo siento? ¿Eso es todo?

—Perdóname. Es que acabo de salir del dormitorio y no te he oído.

—¿Y qué hacías en el dormitorio? —insistió Lucía.

Faltó muy poco para que Héctor perdiera los nervios:

—No quería decírtelo todavía, pero en fin: tengo una sorpresa para ti y temía que la descubrieras antes de tiempo. La tengo en nuestra habitación.

Una vez en el aire, la excusa sonó simple y tonta para Héctor pero bastó para evitar esa discusión que habría desbaratado sus planes.

—¿Para mí? ¿Una sorpresa? ¿Y eso?

—Para que veas que pienso en ti más a menudo de lo que imaginas. Ahora mismo te lo traigo.
Cuando entró en el dormitorio, repasó todos los detalles y, una vez convencido de que no daría marcha atrás, tomó el regalo y se dirigió al salón.

—Cariño... no puedo más, ¿qué es? —dijo con voz chirriante.

—Ten paciencia. Ahora lo verás.

Joder. No hay forma de que se calle ni un solo momento —pensó Héctor antes de presentarse frente a ella.

—Aquí tienes, querida.

—¡Flores! Oh, Héctor son preciosas.

Dicho esto se abalanzó sobre el majestuoso ramo de rosas rojas y se lo arrebató de las manos. Las olió con tanta fuerza que a punto estuvo de aspirar algún pétalo con su peculiar nariz aguileña.

A Héctor se le dibujó una carismática sonrisa en sus labios al imaginar lo que vendría después. Entonces, se acercó a ella y la abrazó por detrás.

—Gracias, cielo. Es todo un detalle —reconoció Lucía—Ya sabía yo que algún día olvidarías esa idea absurda que tienes sobre regalar flores.

—¿Qué idea?

—Pues esa que según tú, las flores solo son para los muertos.

Héctor acarició con ambas manos el largo y desnudo cuello de Lucía mientras le susurraba al oído:

—Te equivocas, mi amor. Sigo pensando lo mismo...








Danos tu opinión pulsando una estrella. 
Gracias.

viernes, 13 de febrero de 2015

Marisa Caballero: Estación de Goya - Ferrocarril Madrid-Almorox




A mi amigo Carlos por su imprescindible ayuda


Estación de Goya

Hoy los residentes en la zona suroeste de Madrid, utilizan habitualmente la línea de cercanías C-5; según sus necesidades enlazarán en diferentes estaciones con  el Metro. Este artículo pretende recordar el origen de la línea.

La primitiva red ferroviaria comprendía las siguientes estaciones: Goya, Campamento, Empalme, Cuatro Vientos, Alcorcón, Colonía Ramirez, Móstoles, Villaviciosa de Odón, Rio Guadarrama, Navalcarnero, Villamanta, Valquejigoso, Méntrida, Rincón, Villa del Prado, Alamín y Almorox. Al día de hoy, el suburbano no ha llegado a todas;  unas lo esperan con ansiedad y otras han desaparecido.

En el año 1.884, una compañía belga obtiene la concesión para la construcción y explotación de una vía férrea entre Madrid y Villa del Prado. Luego ampliada la concesión hasta Almorox (Toledo). El itinerario se eligió para facilitar el acceso a Madrid de la producción agrícola de los valles del Guadarrama y Alberche; así como los áridos de sus riberas.  Los vinos de Navalcarnero y Méntrida.  Piedras de Cadalso de los Vidrios, y otros materiales de construcción. Se entendía tendría un alto interés económico, facilitaría la entrada de los productos a Madrid, que en aquellas fechas se efectuaba mediante carros tirados por mulas. Solucionando igualmente el problema de transporte para los habitantes de la zona.

Se eligió la vía estrecha o métrica (ancho vía de 1000 mm) Al ser mucho más bajos  los costes de  construcción, equipos y  operativos de una línea de ferrocarril de estas características que las de ancho nacional;  su objetivo principal, es el transporte de mercancías, aunque también se utilice para viajeros. El tráfico que se pretendía alcanzar no justificaba el gasto de un mayor ancho de vía, al surgir la necesidad de establecer comunicaciones comarcales. La Compañía pretendía llegar a Talavera de la Reina y así poder enlazar con la línea Madrid, Cáceres, Portugal. También llegar al Valle del Tiétar y Arenas de San Pedro, terminando en Plasencia. Ninguno de estos proyectos se materializó, aunque en la línea paralela al rio Alberche que partiría desde la Aldea del Fresno, se construyeron puentes, y estaciones.

El 15 de Junio de 1891, se inaugura el primer tramo de 31,532 km entre Madrid y Navalcarnero. Unos meses más tarde, el 26 de Diciembre del mismo año, quedan unidas las poblaciones de Navalcarnero y Villa del Prado, aumentando   30,230 Km el recorrido ferroviario.

Finalmente el 28 de Julio de 1.901, la línea llega a Almorox, quedando constituida la "Compañía de FFCC. De Madrid a Villa del Prado y Almorox", sumando el ferrocarril una longitud total de 73,423 Km. Se tardaba en llegar tres horas y media, a la increíble velocidad de 20 Km/hora.

            “El servicio se inició con cinco locomotoras ténder, de tres ejes acoplados construidas por Krauss, de Munich, con los números de fábrica 2296 a 2300. En la compañía fueron numeradas de la 1 a la 5, recibiendo los nombres de los topónimos locales de: “Madrid”, “Guadarrama”, “Navalcarnero”, “Alberche” y “Villa del Prado”. En 1893 se adquirió en Bélgica a los talleres Couillet, una locomotora articulada Mallet; una de las primeras de doble expansión que circularon por España. En sus comienzos, el Ferrocarril contaba con 30 coches de viajeros, más un coche salón de servicio, repartidos en dos de primera clase, seis de segunda, veinte de tercera y dos mixtos, todos de dos ejes y puertas laterales. Contaba además con tres furgones, veinte vagones cerrados y treinta y nueve abiertos.  El parque de vagones se fue incrementando paulatinamente hasta llegar a más de 300 vagones.
(http://www.fcmaf.es/Ferrocarriles/Almorox.htm)”.
           
La línea comenzaba y finalizaba en  Madrid en la estación de Goya, situada junto al Puente de Segovia, al inicio del Paseo de Extremadura, enfrente del solar donde se encontraba la “Quinta del Sordo” o “Quinta de Goya”, última casa del pintor en Madrid; la única de su propiedad, situada en una colina del antiguo término municipal de Carabanchel Bajo, y que adquirió en 1.819, en la que vivió los últimos años de su vida en España, se dice que la más oscura  y trágica, entre 1820 y 1824, antes de su exilio  a Burdeos. Motivo por el que la estación y el barrio recibieron su nombre.

Según las escrituras la quinta estaba situada "En el camino que parte del puente de Segovia hacia Alcorcón y la Ermita de San Isidro, que tiene una superficie de diez fanegas y catorce celemines (unos 94 mil metros cuadrados) y que le costó sesenta mil reales. Tenía huerta y jardín y una edificación de dos plantas". (Mariano Juberías en la enciclopedia de Madrid, Rio Manzanares. Tomo I, pág. 291. Editado por el Ayuntamiento, de Madrid 1979).

Para unos autores, el adjetivo “sordo” se atribuía al primitivo propietario, para otros al propio Goya. Es irrelevante, lo cierto es que ha pasado a la Historia con ese nombre.



Grabado publicado en el libro Goya, de Charles Yriarte, editado en París en 1867. Página 91, capítulo sobre la casa de Goya (La maison de Goya).


Es curioso el escaso valor que los españoles damos a los monumentos en general. La facilidad con que se destruyen. Aunque la casa no era de muy buena calidad, presentaba una gran solidez. Era un caserón de planta rectangular de dos plantas. En cada una de ellas, una sala principal, con ventanas que iluminaban las estancias. Goya  la amplió, añadiendo una nueva ala para la cocina y otras dependencias.

Lo importante de la casa, es que contenía en su interior las famosas “Pinturas Negras”, realizadas sobre el yeso de las paredes con óleo al secco (sobre la superficie del revoco de la pared). Existen numerosas fuentes que detallan la distribución de las pinturas; con descripciones minuciosas.

La casa la hereda el nieto del pintor Mariano Goya, que la vende en fecha cercana a 1.854. Se conoce que la finca era propiedad en 1.873 del barón de Erlanger. Entre 1874 y 1878, encargó al pintor y restaurador Salvador Martínez Cubells, arrancar las pinturas y trasladar al lienzo  las 14 pinturas negras. Pinturas que intentó vender al Louvre y luego a la Exposición Universal de París de 1.878. Al no conseguir su propósito, las donó al Museo del Prado en 1.881.

La vivienda permaneció abandonada mucho tiempo siendo demolida en 1.909.


El ferrocarril funcionó hasta 1.970. Hoy podemos ver en Madrid, en la calle Saavedra Fajardo, nº 32 la placa colocada por el Ayuntamiento informando que allí estuvo la famosa Quinta. 




Danos tu opinión pulsando una estrella. 
Gracias.




Licencia Creative Commons
Estación de Goya - Ferrocarril Madrid-Almorox por Marisa Caballero se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.