martes, 31 de marzo de 2015

Astérix el Galo

Astérix
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Esta serie de historietas me ha acompañado desde la niñez y aún no sé cuándo he disfrutado más, si antes o ahora.  Albert Uderzo hizo los dibujos y René Goscinny el guión, de esta aldea que aunque no existió en el noroeste de la Galia, allá por el año 50 a.C., resistía ante los romanos siempre y cuando bebiese una poción mágica. Ellos solos, eran capaces de enfrentarse, contra los cuatro campamentos romanos que la rodeaban. Surge el 29 de octubre de 1959.

Sus personajes no tienen desperdicio:

Pintura mural en Hagen
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Astérix es un pequeño, astuto y sagaz guerrero galo. Tiene los ojos negros y el pelo rubio. Todo es idílico, sus enamoramientos platónicos. Mejor amigo: Obélix. Su fuerza la obtiene gracias a la poción mágica de Panorámix.

Obélix es el gran amigo de Astérix, todo en él es enorme, cuerpo y bondad. Reparte menhires que los consigue de la cantera de su padre Obelodalix. De pequeño se cayó al caldero de poción mágica y desde entonces goza de una fuerza sobrehumana. Su perro se llama Ideafix.

Ideafix es el perro ecologista de Obélix. Hay tanta sensibilidad dentro de él que cuando ve un árbol derribado, se echa a llorar.

Panorámix, el druida. Es el creador de la poción mágica.

Asurancetúrix, el bardo. Acaba casi siempre amordazado junto a su lira. Su opinión de ser un gran artista no la comparten los habitantes de la aldea.

Abraracúrcix, jefe de la aldea. Es amado y respetado.

Karabella, esposa del jefe de la aldea. Chismosa, intrigante, envidiosa, con mal carácter, es una amiga fiel ante el enemigo común: los romanos.

Ordenalfabetix, el vendedor de pescado. Nulo en salubridad acaba en pelea si alguien insinúa que su mercancía no es fresca.

Esautomátix, el herrero. Díganme de qué se trata que yo me opongo. Cascarrabias y agresivo ha decidido que Asuranceturix no cante.

Edadepiédrix, el más viejo de la aldea, con noventa y tres años participa en todas las peleas de la aldea. Se casó con una mujer joven que le hace fregar los platos e ir a comprar.

Otros personajes son los piratas, comerciantes, Julio César, Cleopatra y muchos más.

El humor, la acción gusta a niños y mayores. ¡Qué más da que haya anacronismos! ¡Qué más da que haya inexactitudes históricas! Las patatas fritas no pudieron conocerlas, ellos vivieron mil quinientos años antes, ¡Vale! No pasa nada. Nunca hay muertos. Porrazos, contusiones, los que quieran. Su éxito es mayúsculo al haber sido publicadas en ciento siete lenguas, incluyendo latín y griego. Todo tiene cabida en una parodia. Las caricaturas de personajes famosos, las alusiones a la cultura clásica, a las figuras contemporáneas y a los juegos de palabras. Ese recurso literario de contraponer parejas como éste, o como en el Gordo y el Flaco y hasta en el mismo Don Quijote y Sancho Panza, es una forma como otra cualquiera de mostrar diferentes formas de ver la vida. Es la victoria de David y Goliat. Si hay en la aldea una dificultad, va y se resuelve. Al final siempre el festín a base de jabalíes alrededor de una hoguera.  


¡Mujer! ¿Dónde está mi Astérix gladiador? ¿Se lo ha llevado mi nieto?, pero si solo tiene dieciocho meses. 


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domingo, 29 de marzo de 2015

Antón Chéjov: Vanka

Antón Pávlovich Chéjov
Osip Braz 1898






Vanka fue publicado el 25 de diciembre de 1886 en el periódico ruso Peterburgskaya gazeta. 





Vanka Chukov, un muchacho de nueve años, a quien habían colocado hacía tres meses en casa del zapatero Alojin para que aprendiese el oficio, no se acostó la noche de Navidad.

Cuando los amos y los oficiales se fueron, cerca de las doce, a la iglesia para asistir a la misa del Gallo, cogió del armario un frasco de tinta y un portaplumas con una pluma enrobinada, y, colocando ante él una hoja muy arrugada de papel, se dispuso a escribir.

Antes de empezar dirigió a la puerta una mirada en la que se pintaba el temor de ser sorprendido, miró el icono oscuro del rincón y exhaló un largo suspiro.

El papel se hallaba sobre un banco, ante el cual estaba él de rodillas.

“Querido abuelo Constantino Makarich -escribió-: Soy yo quien te escribe. Te felicito con motivo de las Navidades y le pido a Dios que te colme de venturas. No tengo papá ni mamá; sólo te tengo a ti...

Vanka miró a la oscura ventana, en cuyos cristales se reflejaba la bujía, y se imaginó a su abuelo Constantino Makarich, empleado a la sazón como guardia nocturno en casa de los señores Chivarev. Era un viejecito enjuto y vivo, siempre risueño y con ojos de bebedor. Tenía sesenta y cinco años. Durante el día dormía en la cocina o bromeaba con los cocineros, y por la noche se paseaba, envuelto en una amplia pelliza, en torno de la finca, y golpeaba de vez en cuando con un bastoncillo una pequeña plancha cuadrada, para dar fe de que no dormía y atemorizar a los ladrones. Lo acompañaban dos perros: Canelo y Serpiente. Este último se merecía su nombre: era largo de cuerpo y muy astuto, y siempre parecía ocultar malas intenciones; aunque miraba a todo el mundo con ojos acariciadores, no le inspiraba a nadie confianza. Se adivinaba, bajo aquella máscara de cariño, una perfidia jesuítica.

Le gustaba acercarse a la gente con suavidad, sin ser notado, y morderla en las pantorrillas. Con frecuencia robaba pollos de casa de los campesinos. Le pegaban grandes palizas; dos veces había estado a punto de morir ahorcado; pero siempre salía con vida de los más apurados trances y resucitaba cuando lo tenían ya por muerto.

En aquel momento, el abuelo de Vanka estaría, de fijo, a la puerta, y mirando las ventanas iluminadas de la iglesia, embromaría a los cocineros y a las criadas, frotándose las manos para calentarse. Riendo con risita senil les daría vaya a las mujeres.

¿Quiere usted un polvito? -les preguntaría, acercándoles la tabaquera a la nariz.

Las mujeres estornudarían. El viejo, regocijadísimo, prorrumpiría en carcajadas y se apretaría con ambas manos los ijares.

Luego les ofrecería un polvito a los perros. El Canelo estornudaría, sacudiría la cabeza, y, con el gesto huraño de un señor ofendido en su dignidad, se marcharía. El Serpiente, hipócrita, ocultando siempre sus verdaderos sentimientos, no estornudaría y menearía el rabo.

El tiempo sería soberbio. Habría una gran calma en la atmósfera, límpida y fresca. A pesar de la oscuridad de la noche, se vería toda la aldea con sus tejados blancos, el humo de las chimeneas, los árboles plateados por la escarcha, los montones de nieve. En el cielo, miles de estrellas parecerían hacerle alegres guiños a la Tierra. La Vía Láctea se distinguiría muy bien, como si, con motivo de la fiesta, la hubieran lavado y frotado con nieve...

Vanka, imaginándose todo esto, suspiraba.

Tomó de nuevo la pluma y continuó escribiendo:

«Ayer me pegaron. El maestro me cogió por los pelos y me dio unos cuantos correazos por haberme dormido arrullando a su nene. El otro día la maestra me mandó destripar una sardina, y yo, en vez de empezar por la cabeza, empecé por la cola; entonces la maestra cogió la sardina y me dio en la cara con ella. Los otros aprendices, como son mayores que yo, me mortifican, me mandan por vodka a la taberna y me hacen robarle pepinos a la maestra, que, cuando se entera, me sacude el polvo. Casi siempre tengo hambre. Por la mañana me dan un mendrugo de pan; para comer, unas gachas de alforfón; para cenar, otro mendrugo de pan. Nunca me dan otra cosa, ni siquiera una taza de té. Duermo en el portal y paso mucho frío; además, tengo que arrullar al nene, que no me deja dormir con sus gritos... Abuelito: sé bueno, sácame de aquí, que no puedo soportar esta vida. Te saludo con mucho respeto y te prometo pedirle siempre a Dios por ti. Si no me sacas de aquí me moriré.»

Vanka hizo un puchero, se frotó los ojos con el puño y no pudo reprimir un sollozo.

«Te seré todo lo útil que pueda -continuó momentos después-. Rogaré por ti, y si no estás contento conmigo puedes pegarme todo lo que quieras. Buscaré trabajo, guardaré el rebaño. Abuelito: te ruego que me saques de aquí si no quieres que me muera. Yo escaparía y me iría a la aldea contigo; pero no tengo botas, y hace demasiado frío para ir descalzo. Cuando sea mayor te mantendré con mi trabajo y no permitiré que nadie te ofenda. Y cuando te mueras, le rogaré a Dios por el descanso de tu alma, como le ruego ahora por el alma de mi madre.

Moscú es una ciudad muy grande. Hay muchos palacios, muchos caballos, pero ni una oveja. También hay perros, pero no son como los de la aldea: no muerden y casi no ladran. He visto en una tienda una caña de pescar con un anzuelo tan hermoso que se podrían pescar con ella los peces más grandes. Se venden también en las tiendas escopetas de primer orden, como la de tu señor. Deben costar muy caras, lo menos cien rublos cada una. En las carnicerías venden perdices, liebres, conejos, y no se sabe dónde los cazan.

Abuelito: cuando enciendan en casa de los señores el árbol de Navidad, coge para mí una nuez dorada y escóndela bien. Luego, cuando yo vaya, me la darás. Pídesela a la señorita Olga Ignatievna; dile que es para Vanka. Verás cómo te la da.»

Vanka suspira otra vez y se queda mirando a la ventana. Recuerda que todos los años, en vísperas de la fiesta, cuando había que buscar un árbol de Navidad para los señores, iba él al bosque con su abuelo. ¡Dios mío, qué encanto! El frío le ponía rojas las mejillas; pero a él no le importaba. El abuelo, antes de derribar el árbol escogido, encendía la pipa y decía algunas chirigotas acerca de la nariz helada de Vanka. Jóvenes abetos, cubiertos de escarcha, parecían, en su inmovilidad, esperar el hachazo que sobre uno de ellos debía descargar la mano del abuelo. De pronto, saltando por encima de los montones de nieve, aparecía una liebre en precipitada carrera. El abuelo, al verla, daba muestras de gran agitación y, agachándose, gritaba:

-¡Cógela, cógela! ¡Ah, diablo!

Luego el abuelo derribaba un abeto, y entre los dos lo trasladaban a la casa señorial. Allí, el árbol era preparado para la fiesta. La señorita Olga Ignatievna ponía mayor entusiasmo que nadie en este trabajo. Vanka la quería mucho. Cuando aún vivía su madre y servía en casa de los señores, Olga Ignatievna le daba bombones y le enseñaba a leer, a escribir, a contar de uno a ciento y hasta a bailar. Pero, muerta su madre, el huérfano Vanka pasó a formar parte de la servidumbre culinaria, con su abuelo, y luego fue enviado a Moscú, a casa del zapatero Alajin, para que aprendiese el oficio...

«¡Ven, abuelito, ven! -continuó escribiendo, tras una corta reflexión, el muchacho-. En nombre de Nuestro Señor te suplico que me saques de aquí. Ten piedad del pobrecito huérfano. Todo el mundo me pega, se burla de mí, me insulta. Y, además, siempre tengo hambre. Y, además, me aburro atrozmente y no hago más que llorar. Anteayer, el ama me dio un pescozón tan fuerte que me caí y estuve un rato sin poder levantarme. Esto no es vivir; los perros viven mejor que yo... Recuerdos a la cocinera Alena, al cochero Egorka y a todos nuestros amigos de la aldea. Mi acordeón guárdalo bien y no se lo dejes a nadie. Sin más, sabes que te quiere tu nieto

                                         VANKA CHUKOV

Ven en seguida, abuelito.»

Vanka plegó en cuatro dobleces la hoja de papel y la metió en un sobre que había comprado el día anterior. Luego, meditó un poco y escribió en el sobre la siguiente dirección:

«En la aldea, a mi abuelo.»

Tras una nueva meditación, añadió:

«Constantino Makarich.»


         Congratulándose de haber escrito la carta sin que nadie lo estorbase, se puso la gorra, y, sin otro abrigo, corrió a la calle.

El dependiente de la carnicería, a quien aquella tarde le había preguntado, le había dicho que las cartas debían echarse a los buzones, de donde las recogían para llevarlas en troika a través del mundo entero.

Vanka echó su preciosa epístola en el buzón más próximo...

Una hora después dormía, mecido por dulces esperanzas.


Vio en sueños la cálida estufa aldeana. Sentado en ella, su abuelo les leía a las cocineras la carta de Vanka. El perro Serpiente se paseaba en torno de la estufa y meneaba el rabo...




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Fuentes:
Ciudad Seva
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sábado, 28 de marzo de 2015

Santa Teresa de Jesús: Quinientos años de su nacimiento

El éxtasis de Santa Teresa
Escultura de Gian Lorenzo Bernini







Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero…





Para su biografía son imprescindibles leer El libro de la vida y las Fundaciones, ambos textos escritos por ella misma.

Nacida en Gotarrendura, Ávila era hija de don Alonso Sánchez de Cepeda y de doña Beatriz de Ahumada, con quien el padre se había casado en segundas nupcias. Con doce hermanos sentía predilección por Rodrigo que era casi de su misma edad y con quien intentó ir a tierra de infieles. Un tío suyo los encontró en el camino y los devolvió a casa.

Con doce años murió su madre y escribió: Como yo comencé a entender lo que había perdido, afligida, fuime a una imagen de Nuestra Señora y supliquéla fuese mi madre.

De escasa y frágil salud en varias ocasiones estuvo al borde de la muerte. Un paroxismo la dejó tan sin sentido que creyéndola muerta prepararon su sepultura. Santa Teresa atribuyó su recuperación a San José, al que tributaría gran devoción y lo tomaría como patrón de su propia Orden.

Quiso ser monja y con veinte años profesó en el convento carmelita de Santa María de la Encarnación de Ávila desde 1535 hasta 1562. Durante este tiempo se suceden las visiones, los episodios místicos y su sufrimiento ante la incredulidad de quienes le rodeaban.

Comienza a gestar la idea de la reforma del Carmelo, intentando volver a la Regla de san Alberto. San Pedro de Alcántara y san Francisco de Borja la animan a seguir adelante y el 24 de agosto de 1562 inaugura su primera fundación, tocando la campana el convento de San José en Ávila, que corresponde al primer barroco en Ávila y casi en España. Su arquitecto fue Francisco de Mora que compró la capilla de San Andrés para ser enterrado allí, más luego no fue así. Santa Teresa lo pudo fundar gracias, entre otros donativos, al dinero enviado desde las Indias por uno de sus hermanos. 

En 1567 el padre general de la Orden del Carmelo, Juan Bautista Rossi, visitó el convento de San José y aprobó la reforma. Comienzan los viajes de santa Teresa para extender la reforma por España y en poco menos de doce años consigue fundar dieciséis conventos, todos de un mismo estilo artístico, el carmelitano, decía Santa Teresa que sus casas tenían que ser sencillas. 

Sus fundaciones fueron: San José, en Ávila; Medina del Campo; Malagón; Valladolid; Toledo; Pastrana; Salamanca; Alba de Tormes; Segovia; Beas; Sevilla; Caravaca; Villanueva de la Jara; Palencia; Soria y Burgos.

En Medina del Campo conoció a San Juan de la Cruz con quien extendería la reforma de la rama masculina de la Orden, fundando en Duruelo de Blascomillán, Ávila, el primer convento de carmelitas descalzos.   

Santa Teresa fue declarada beata en 1614, canonizada por Gregorio XV en 1622, En 1970 fue proclamada doctora de la Iglesia, siendo la primera mujer que recibía esa distinción.

Santa Teresa en una copia de un original de
Fray Juan de la Miseria


Nada te turbe;
nada te espante;
todo se pasa;
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene,
nada le falta.
Solo Dios basta.



Estando descansando en Medina del Campo recibió la orden del provincial de marchar a Alba de Tormes porque la duquesa, en trance de dar a luz, requería su presencia. Llegó tan enferma y agotada que murió a los pocos días con un crucifijo en las manos.  

Catálogo de su Obra:
Libro de su vida, Camino de perfección, Meditaciones sobre los cantares, Las Moradas, Relaciones espirituales, Exclamaciones, Libro de las Fundaciones, Constituciones, Visitas de descalzas, Avisos, Ordenanzas de una cofradía, Apuntaciones, Desafío espiritual, Vejamen, cerca de quinientas cartas y unas treinta poesías.

Atributos: 
Pluma, libro y la paloma del Espíritu Santo como fuente de inspiración. En el arte italiano es frecuente el ángel con el dardo.

Vidriera del Convento de Santa Teresa



Vuestra soy, para Vos nací,

¿qué mandáis hacer de mí?  










viernes, 27 de marzo de 2015

Personajes Bíblicos: Rut

Rut




Bisabuela del rey David. 

Rut o Ruth tienen el mismo origen etimológico. Su significado es el de -compañera fiel-

Rut y Noemí celebran su santo el día cuatro de junio.

Su historia fue transmitida oralmente durante generaciones. Ocurrió en tiempo de los jueces (Rut 1:1). Luego fue narrada en el libro que lleva su nombre. Se trata de una viuda pobre que con el tiempo vuelve a casarse y procrea una familia de reyes. El libro consta de cuatro capítulos y es una de las obras maestras de la Literatura hebrea.

Una hambruna desatada en Judá obligó a Elimelec a emigrar en busca de comida; con él iban su esposa Noemí y sus hijos: Majalón y Quelyón. Se establecieron en Moab, región situada al este del mar Muerto.

El primero de los hijos se casó con Rut y el segundo con Orfa. En el transcurso de diez años murió el padre y luego los hijos que no dejaron descendencia. En una sociedad como la judía, la mujer que no tenía padre, marido o un hijo varón que velara por ella no tenía casi derechos.

Noemí decidió regresar a Belén esperando que algunos de sus parientes cuidaran de ella. Así que instó a Rut y Orfa a volver con sus padres. Al principio ellas se negaron a dejarla sola pero como Noemí insistió, Orfa aceptó y se despidió de su suegra, llorando. Rut, en cambio, declaró que no la abandonaría nunca: Donde tú vayas, iré yo; donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. (Rut 1:16).

Cuando las dos mujeres llegaron a Belén el pueblo recibió con simpatía a Noemí y sin duda también a Rut, puesto que la muestra de lealtad a la anciana debió de parecerles admirable.

Nadie se hizo cargo de ellas, sin embargo, la Ley mosaica les daba el derecho de recoger lo que los segadores dejaran en los campos de cultivo.
Rut en los campos de Booz.

Acababa de comenzar la cosecha de la cebada, así que Rut se puso a espigar detrás de los segadores. Tuvo la suerte de elegir el campo de Booz que había oído hablar de su nobleza y quiso ayudarla; incluso ordenó a sus segadores que dejaran caer algunas espigas de sus manojos para que ella las recogiera. Cuando Rut regresó llevando consigo unos cuarenta y cinco kilos de cebada y le contó lo que había sucedido, la anciana Noemí se alegró. Booz no era solo un vecino generoso, sino que era un pariente. (Rut 2:20). La Ley obligaba a un hombre a casarse con la viuda de su hermano para que los hijos de esa unión llevaran el nombre de la familia del difunto y pudieran heredar sus bienes; además, dicho deber se extendía a otros parientes en caso de no haber hermanos.

Intuyendo que Booz se interesaba en su nuera, Noemí aconsejó a Rut que actuara sin demora; entonces la joven se lavó, se puso sus mejores vestidos y bajó a la era de Booz, donde él y sus hombres estaban desgranando la cebada.

No te dejes ver de él hasta que haya terminado de comer y beber, le dijo Noemí. Cuando se haya acostado, fíjate bien dónde duerme, vas luego, destapas sus pies y te acuestas; él te indicará lo que debes hacer. (Rut 3:3-4).

Cuando Booz despertó a medianoche oyó decir a Rut “Extiende tu manto sobre mí, porque tienes el derecho de levirato (Rut 3:9). Booz se mostró compasivo; le aseguró que haría lo que ella le pidiera y la dejó dormir a sus pies el resto de la noche, aunque la hizo marcharse antes del amanecer para que nadie supiera que había pernoctado allí. También le dijo que él no era el familiar más cercano y que solo podrían casarse si el otro pariente rehusaba hacerlo; ese hombre, cuyo nombre no se conoce, tenía prioridad sobre la viuda, pero renunció a su derecho.

Se casaron y tuvieron un hijo Obed, que habría de ser el padre de Isaí y abuelo de David.

En la escena final del libro. Noemí aparece con su nieto en el regazo mientras las mujeres del pueblo elogian a Rut por dar más amor a su suegra del que le darían siete hijos, número que simbolizaba la perfección.

Mil años después, en Belén, nació un descendiente de Obed, Jesús, cuya genealogía incluye a Rut y otras tres mujeres.

No se sabe a ciencia cierta quien fue el autor del libro de Rut. Se cree que fue compilado entre los siglos X y VIII a.C., para tener información sobre el linaje del rey David.

Hoy los judíos honran el recuerdo de Rut leyendo su historia durante la Fiesta de las Semanas, que se celebra cada año marcando el final del período de la siega de granos.  







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miércoles, 25 de marzo de 2015

Amado Nervo: El primer beso


El beso robado
Jean-Honoré Fragonard 






Yo ya me despedía.... y palpitante
cerca mi labio de tus labios rojos,
«Hasta mañana», susurraste;
yo te miré a los ojos un instante
y tú cerraste sin pensar los ojos
y te di el primer beso: alcé la frente
iluminado por mi dicha cierta.

Salí a la calle alborozadamente
mientras tu te asomabas a la puerta
mirándome encendida y sonriente.
Volví la cara en dulce arrobamiento,
y sin dejarte de mirar siquiera,
salté a un tranvía en raudo movimiento;
y me quedé mirándote un momento
y sonriendo con el alma entera,
y aún más te sonreí... Y en el tranvía
a un ansioso, sarcástico y curioso,
que nos miró a los dos con ironía,
le dije poniéndome dichoso:
-«Perdóneme, señor esta alegría.»








Amado Nervo
(México, 1870 – Uruguay, 1919)












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lunes, 23 de marzo de 2015

Brújulas y Espirales: Ana María Shua "Fenómenos del circo"

Blog Literario de Francisco Martínez Bouzas

miércoles, 28 de septiembre de 2011


ANA MARÍA SHUA, EQUILIBRISTA DE LA MINIFICCIÓN


Fenómenos del circo
Ana María Shua
Páginas de Espuma, Madrid, 2011, 190 páginas.

La consideran la reina del microrrelato y no falta quien la haya proclamado la emperatriz del género en un país como Argentina que engendró esta nueva categoría. No ya una modalidad del relato, sino un género independiente. Allí en Argentina y en general en América Latina están los reyes, los grandes de las pequeñas ficciones: Borges, Bioy Casares, Cortázar, Augusto Monterroso. Un género muy exigente que demanda un lector imaginativo, participativo y que hoy en día sigue teniendo en Latinoamérica su semillero privilegiado. El microcuento, que es sumamente exigente, tiene sus propias leyes que, en una minidefinición, Ana María Shua resume así: “un texto que contenga algún elemento narrativo y no más de veinticinco  líneas”. Pero, ojo, advierte la narradora: un mal narrador puede tener un momento de talento y hallar una frase genial. Mas la gran escritora argentina (poeta, novelista, autora de literatura infantil, guionista de cine) supera con creces la prueba del algodón de la minificción, no solo por sus cuatro libros anteriores de microrrelatos, sino, sobre todo, porque es capaz de mantener el aliento y fabricar, con aparente facilidad, cientos de frases geniales en un libro monotemático: todo es circo en los más de ciento treinta microcuentos que le dan forma y vida a este libro. Y la autora, la gran malabarista que consigue  hacernos ver el circo como una nueva metáfora de la vida, de las cientos y miles de acrobacias y piruetas existenciales que el ser humano es capaz de hacer para obtener el aplauso.
Pasemos pues y veamos / leamos esta fabulosa caterva de magos y magias que, entre el brillo de los oropeles, el humor, la ironía y grandes dosis de patetismo y melancolía, montan el circo de la vida. En el microcosmos del circo, podemos dirigir nuestra mirada al circo en su conjunto, a los oficios, a los freaks a los animales o contentarnos con perdernos en la fabulosa historia circense. Son las cinco  grandes secciones de una historia poco menos que infinita, en las que Ana María Shua estructura su libro, anclado entre la realidad, la investigación y la imaginación.
Ana María Shua
Tras su inauguración, se nos permite penetrar en las interioridades del circo: el circo soñado, el circo fantasma, al que nunca han limpiado con aserrín y viruta y donde el trapecista hace de mono amaestrado y los elefantes trabajan de acomodadores. Es un circo pobre, pero nos rodea, nos invade, se filtra por los intersticios en una función en la que el público es de piedra. Y después de poner nuestros pies en la arena de este circo, desfilan ante nuestros ojos los artistas con su perentoria necesidad de sorprender a los espectadores: los acróbatas que repiten siempre las mismas figuras y hasta hay un ganador, “un delicado artista húngaro…que sorprende al tribunal con un salto mortal fuera de la realidad, pero no consigue volver para recibir el premio” (página 44). Los tragasables que viven en una constante desventura: el público solo puede ver una parte de su número, pero alguno ha habido que se tragó a un espectador escéptico. Trapecistas que se plagian a si mismos  y, en busca de la originalidad, se lanzan por el aire sin red, sin cable de seguridad, sin trapecio. En los circos reales también actúan los freaks  a los que no les basta su deformidad para entretener al público. Precisan de una actuación en la que su monstruosidad se destaque y se supere y en el circo del minicuento también realizan su número. Al igual que los animales, a veces actores disfrazados u hombres amaestrados. Las historias del circo, unas un derroche de fantasía, otras que no dejan ningún resquicio para la imaginación (página 162), clausuran las minificciones de Ana María Shua, pero no el libro que se prolonga en un apéndice de datos fehacientes y comprobables de las personas mencionadas en los microrrelatos.
Este es el microcosmos del circo, plagado de trucos como la vida misma, que Ana María Shua ha logrado condensar, a pesar de su riqueza y proteica variedad, en un libro de buena literatura, la de la recompensa inmediata, gobernado, sin embargo, por exigentes leyes propias.

                                         
Crestomatía de Fenómenos del circo


Magia

“Un macho y una hembra de la misma especie (homo sapiens incluido) unen ciertas zonas de su cuerpo, aquellas por las que más se diferencian. En el interior del vientre de la hembra se fusionan a su vez el principio femenino con el masculino y de esa unión comienza a formarse un nuevo ser que nacerá en un tiempo variable de acuerdo con la especie: casi dos años en el caso de los elefantes, nueve meses en el caso de los seres humanos, mucho menos en los insectos. Exige paciencia porque es un número lento, pero resulta muy impresionante, sobre todo para los niños. Se conocen muchos de los procesos físico-químicos concomitantes, pero hasta ahora nadie ha logrado descubrir el truco, ni copiarlo”

Demostración

“Los trapecistas, los payasos, los contorsionistas, los acróbatas, los caballistas, los forzudos, exhiben alegremente sus habilidades. Pero los tragasables, que no pueden mostrar más que una parte de su número, se pasan la vida tratando de demostrar que la otra parte es auténtica. A los demás nos pasa lo mismo. Nuestra vida transcurre tratando de demostrar que no fingimos, que es realmente así, que nos tragamos la aguja de tejer, el bastón, los cuchillos, la espada hasta la empuñadura misma. A diferencia de los tragasables, todos sabemos que es un truco”.

Ventajas femeninas

Quién si no las mujeres, siempre dispuestas a doblarnos (los hombres son tan derechos), con nuestro estilo complicado y retorcido (los hombres son tan simples), con nuestras articulaciones laxas (las de los hombres son tan rígidas), quién si no las mujeres y las serpientes para contorsionistas, empecinadas en ese nudo obsceno, tentador, reprobable, que sin embargo non exigen, nos aplauden”

(Ana María Shua, Fenómenos del circo, páginas 65, 75, 88)

sábado, 21 de marzo de 2015

Nicolás Guillén: Cuando yo vine a este mundo


Nicolás Guillén
Camagüey, Cuba, 1902 - La Habana, Cuba, 1989





Cuando yo vine a este mundo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo
se me alivia caminando,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando.

Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que mirar para ver,
hay que andar.

Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud:
lanza de mi poderío,
coraza de mi virtud.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud.

Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón,
y mi voz entera es
la voz entera del sol.
Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón.

Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo;
ya estará el de abajo arriba,
cuando el de arriba esté abajo.
Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo.

Hay gentes que no me quieren,
porque muy humilde soy;
ya verán cómo se mueren,
y que hasta a su entierro voy,
con eso y que no me quieren
porque muy humilde soy.

Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que vivir para ver,
hay que andar.

Cuando yo vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo,
te digo,
se me alivia caminando,
te digo,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
¡Nadie me estaba esperando!