martes, 21 de marzo de 2017

María del Carmen Aranda: Un grito ahogado en la noche

Escultura frente  al sitio de los Derechos del Niño
en Viena, Brighton, Austria.







Hoy tengo la oportunidad de hablar.

Estoy en una habitación fría y con sombras.

Mis pies están descalzos pero no me importa; me gusta pisar la tierra y el barro, aunque a veces me sangren por el frio y de las aristas piedras que encuentro a mi paso, pero no me quejo y el dolor me lo callo.

Hoy tengo la oportunidad de hablar y deciros lo contenta que me siento, pero lo haré muy bajito, tengo miedo, miedo que me oigan y vuelvan a hacerme daño.

Hoy, hoy no me han pegado. Me han dejado descansar, sin levantarme temprano, sin necesidad de mendigar un trocito de pan por las frías calles envueltas de fango.

Ahora, estoy mirando al cielo a través de un pequeño ventanuco que tiene el techo de ese cuarto. Me encuentro tumbada, tan relajada… dicen que ésta es mi cama, pero yo prefiero la otra, aunque sea más fría y solitaria, al menos en ella duermo tranquila, sin miedo y puedo soñar con princesas y hadas.
         
He oído susurrar que muchas niñas no vamos a la escuela y que luchan por nosotras, que somos ultrajadas, violadas y secuestradas, que somos niñas discriminadas.

¡Tengo miedo! hay mucha gente a mi lado y tengo frio; mis pies siguen descalzos.

Hoy, mi hermano llorando me ha dicho al oído que puedo descansar, que nunca más me van a pegar y ha dejado sobre mi pecho su pequeño barquito de barro.

¡Qué gracioso! me ha hecho reír.

Si, la risa, esa palabra que dicen te hace feliz.

Hoy por fin cerré mis ojos sin miedo, sin temblar, en un lecho desconocido, en un lecho que dicen es de eterna paz y libertad.

Hoy por fin he llegado a casa. 



© María del Carmen Aranda

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