sábado, 1 de julio de 2017

Amantes de mis cuentos: ¡Ah, del Castillo!


Castillo de Peyrepertuse
Foto: Ángeles Alonso Más 

Érase una vez un castillo cátaro del siglo XI al que llamaban Perapertusa que significa piedra taladrada.

Foto Ángeles Alonso Más
Romanos, condes, cruzados, franceses fueron labrando un camino, hasta edificar un castillo en la parte oriental y más baja de la cresta, con su capilla a Santa María, se les hizo pequeño y construyeron otro al norte, en lo alto de la cresta, una fortaleza dentro de otra, con sus torres de homenaje, así estarían más seguros; la subida por una escalera de acceso llamada de San Luis con sesenta peldaños tallados en la roca, se encuentra al borde de un impresionante precipicio; otra capilla elevaron: la de Sant Jordi; así trabajando, defendiendo ese bastión de la frontera sur del reino francés, rezando, durmiendo y amando fue transcurriendo el tiempo...

Escalera de San Luis
Foto: Ángeles Alonso Más

Su recio peñasco puede hablar de las montañas de Corbières; de su altitud a ochocientos metros sobre el nivel del mar; de su posición estratégica desde donde vigilaban valles, puertos de montaña y se comunicaba por medio de señales con el castillo de Quéribus; de que en 1162 esta fortaleza perteneció al condado de Barcelona; que en 1240 el castillo pasó a ser posesión real francesa por el Tratado de Corbeil; y que a mediados del siglo XIV Carlos V de Francia, en plan amiguete, permitió a Enrique de Trastámara refugiarse en este castillo tras su derrota en la batalla de Nájera.

Tras muchos años de silencio, en la primera mitad del siglo XXI, estas hermosas piedras algo amodorradas se miraban unas a otras, sacudiéndose las moscas que les rondaban, pero… Una mañana, ¡De pronto!, vieron llegar a un grupo de dieciséis personas armadas con paraguas, mochilas, botellas de agua, bastones… y expectantes las piedras se preguntaban qué nueva guerra se avecinaba. En la retaguardia había quedado un hombre y cuatro mujeres con la misión de espiar a los habitantes del pueblo. A la vanguardia un hombre de pelo cano que, por su porte, pensaron fuera el general en jefe.

Foto: Ángeles Alonso Más

Las armas que portaban parecían menos agresivas que el ruido de sus palabras. Era un murmullo atronador difícil de entender a esa distancia y se abrazaron entre ellas para que no quedara resquicio por donde pudiera colarse el enemigo.

En el arco de la puerta noble se apoyó el hipotético general.

-¡Pedro! Llamó una voz de mujer-

¡Anda! Se llama como nosotras cuchichearon las rocas.

-¡Ánimo Neme! Ya queda poco.

El resto de combatientes al oír aquellas palabras gritaron: ¡Hurra! ¡Hemos llegado!

Y en el lienzo de muralla un agudo silbido recorrió el recinto para anunciarse unas a otras.

-Han vuelto los vecinos. Ayer aragoneses, hoy españoles. Son gente de bien aunque algo alborotadores.

 
Panorámica del Castillo de Peyrepertuse
Foto: Ángeles Alonso Más




© Marieta Alonso Más

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